jueves, 16 de julio de 2009

Paquito de Rivera y el Soul

El día 9 de Julio aterrizó en el escenario del Festival de verano de madrid un músico del que yo había oído hablar con repetición e insistencia: Paquito de Rivera. 61 años le han dado para recoger la tradición del jazz de Gillespie y de la música cubana, dede la fundación de Irakere con Chucho Valdés, hace ya más de treinta años. Nutrido de música clásica, no parece pelearse por defender ningún espacio propio. Más, sin embargo, parece tener una guía clara: la claridad del sonido, y el estricto respeto del fraseo. Eso es lo que sorprende. Rodeado de músicos, por todas partes, guiados por el virtuosismo y el artificio, Paquito de Rivera, sin negarlo, lo acoge como medio hacia la expresión del mensaje musical. Por eso sorprende. Esa claridad del sonido, casi como un canto. Y el contacto total con el público, en lo muscial y en lo personal. Podría hablar durante horas torpemente, de cosas absurdas, banales, con apariencia, y no consguiría dar con un motivo con el que definir claramente cada uno de los rincones de lo que escuché el jueves. En mi Olimpo personal, tan irracional como propio, tiene este tipo una silla disponible. Como Nina Simone y Diane Reeves, a las que escuché hoy, 15 de Julio, desde el lateral a la grada del festival. Y de nuevo, maravillado. En esa música, por lo que sabemos de historia, hay un motivo, una excusa original. Y cuando esta ya ha desaparecido, lo mágico es el mantenimiento de detrminadas características. Como en el concierto anterior, cualquiera de las 4 voces que cantaron tienen un cuidado exquisito de sí mismas, también como medio. La línea melódica parece remitir a su origen, alternando el juego de pregunta y respuesta con esas líneas largas que más parecen trazos que frases, en las que la voz remite a sí misma, sin que la letra o siquiera el contexto se aplique al ejercicio semiótico. De el sonido en sí surge el "soul", claro, un alma que lo ocupa todo, un movimiento en el que nos remitimos, algo mágico y a la vez primordial. Diane Reeves tiene además el talento de los timbres y una tesitura que finge con éxito ilimitada. Los gestos, el saludo, muestran el enorme respeto hacia la música y hacia el público, suavizando la luz de sus cuatro estrellas...