martes, 15 de noviembre de 2011

Arnulf Rainer.




  Dice Rainer que él pinta sobre los grabados de Goya para señalar lo que tacha, no para dejar señalado lo que no tacha. Es un trabajo de énfasis, pues. Enfatizar, elegir, jerarquizar aún más. Y lo de otro, además. En dos formas: la primera, ampliando un detalle del grabado original. La segunda, pintando encima, tachando. ¿Qué añade Rainer? ¿Nos señala algo de Goya que no hubiéramos visto? ¿Nos modifica acaso la visión de lo previo? No parece ir por ahí el trabajo. Más parece querer descubrir otro orden; un orden abstracto, un juego, un fluir de lo inconsciente utilizando el pie goyesco. Pero es sólo una pregunta. Quizá no haya nada de eso, quizá Rainer esté apelando simplemente al juego. Pintar sobre grabados de Goya es ya una estética. No existe autoridad, o la autoridad es dinámica, útil, materia prima, parece querer decirnos Rainer. No objeto de veneración, sino punto de partida, material, barro moldeable. En esto Rainer no es novedoso, utiliza conceptos primitivos, y actuales, de sociedades más cercanas a lo telúrico, a lo intemporal. Muchas de las sociedades latinoamericanas indias lo son. La materia es de todos y es cíclica. Quizá esté jugando Rainer con eso. O quizá quiera escandalizar pintando, tachando sobre lo intocable, lo insuperable. Incluso uniéndole una más que presunta admiración por nuestro Goya, es posible que le espante la podredumbre del estancamiento en el Arte, ese soberano aburrimiento de orquestas que sólo tocan a Mozart, a Beethoven, a Schubert... (sin restar ni el más mínimo mérito y veneración por estos maravillosos genios). O quizá busqué Rainer encontrar lo abstracto en las formulaciones compositivas de determinados detalles de Goya, acercarlo a nuestro tiempo, encontrar eso antropológico, universal, que va más allá de la figuración. O quizá busqué simplemente encontrar su pulso, la relación inconsciente entre una forma, un gesto, un detalle, y el trazo que en ese momento genera, sea, y eso nos da igual, por parentesco formal, temático, o, simplemente, casual. Alterar el blanco por una base ya formada es facilitar el trabajo, arrancar en marcha. Huir del horror vacui. Si observamos con detalle los trabajos, encontramos gestos estúpidos, infantiles (tanto en el sentido positivo del término, como en el negativo), y gestos maduros, maestros, trazos plenos, y trazos torpes, ideas, y carencias. Una muestra desigual, a la que acudo con mi mente abierta, creo, y, en la que, a pesar de la escasa emoción que, en general me provoca, busco mis preguntas más profundas, mis lagunas más secas...

lunes, 14 de noviembre de 2011

CHOMSKY Y EL CAMBIO DE MODELO



  Amanezco en este Domingo extraño decidido a que el propio Domingo me conduzca. Desayuno en la vaguedad de la ciudad, incapaz de ofrecerme algo verdadero en Domingo por la mañana. Así que no me queda más remedio que desayunar en Viena Capellanes. No me imagino nada peor. Siento ya por todos lados el choque cultural de una América latina que ocupa todos los puestos de contacto con el público. El reflejo de “lo que el viento se llevó”. Allí leo a Chomsky; me doy cuenta de que el joven que inventó aquella lingüsitica generativa con "Estructuras sintácticas" tiene ya 82 años. Cuando se nos vaya estaremos aún más jodidos que ahora. “El capitalismo es capaz de destruir una posibilidad: la posibilidad de una vida digna”. No es ninguna estupidez. Es lo que hay. Voy a la exposición de Rainer, que pinta encima de los grabados de Goya con muy distinto éxito, pienso. Y me voy a la manifestación por el cambio de modelo, como si Chomsky lo hubiera tenido en mente. Allí, solitario y silencioso, me dedico a observar las metáforas del mundo, a escrutar la belleza del movimiento, de sus contradicciones. Y aunque ya no me siento en casa por estos lares, siento una ajena comunión. Al contrario que el Jorobado de Notre Dame, una belleza se esconde detrás de una capa, de un pelo largo y de unas gafas de sol. Cruza por entre los manifestantes. Es lo que queda de esperanza; la pasión, la fé que atraviesa a cada uno de los presentes. La que necesita un mundo que decae y que se nos escapa. Arriba, en un cielo rancio, las frases de Rajoy cobran sentido. Y con la ambigüedad con la que los esloganes buscan captar idiotas en vez de ser fieles a alguna verdad sincera, sea esta la que sea, nuestro futuro presidente queda en lo alto, en un cielo ajeno, comunicándose consigo mismo, ajeno a ninguna de las realidades reales. Un marciano, vamos. Como todos los que pretenden gobernar esta Europa ajena a sí misma, ajena a los que viven en ella.