domingo, 5 de mayo de 2013

TEATRO BREVE Y A TIEMPO. ETS Arquitectura





 Hay varias razones por las que me apetece hablar de esta puesta en escena, que constó de dos textos encadenados; “Encantado de no conocerle”, de Getsemany Valenzuela, y “Lo bueno de las flores que se marchitan pronto”, de José Sanchís Sanisterra. El grupo “Caín” ha sido capaz, en esta obra, en primer lugar, de llevar a la escena (y fuera de ella), una idea del teatro como representación total, en segundo, de establecer vasos comunicantes entre dos textos diferentes, y en tercero, de mantener esa filtración, casi como isotopía, entre el escenario y el afuera, y entre el interior de la escena y el exterior de la escena. La idea de representación total, que ha sido anhelo no sólo de dramaturgos, sino de pintores y músicos sobre todo durante el expresionismo y en la época de vanguardias, fue llevada a cabo con una sencilla escenografía que marcaba, como si fuera una intervención en el espacio arquitectónico, las líneas que conducían a la taquilla, y al escenario. Esa línea, metaforizada en un concepto filosófico de falta de autenticidad individual, acababa convirtiéndose en el eje de la puesta en escena de la obra de José Sanchís, mucho después de que los espectadores hubieran de permanecer a la espera, de forma premeditada, guardando cola en la más estricta de las linealidades. La “butacalización”, acto por el cuál cada uno ocupa su butaca, se hizo como parte de la actuación, y la “desbutacalización” siguió el mismo procedimiento. Para que el segundo de los puntos, la comunicación entre textos, fuera posible, los participantes del segundo texto aparecían, como en una foto, observando la primera escena. Uno de los personajes de esta salía del escenario, abriendo el espacio hacia el exterior, mientras que la segunda se ponía a la cola en la segunda de las escenas. La solución de continuidad, el cisma, quedaba resuelto sin renunciar al “afuera”. Una maniobra mágica. Para que el vaso comunicante “filtrara” hacia el público, se establecieron distintos planos de trabajo; en primer lugar, el ya mencionado del público como parte de la escena, en la entrada y en la salida, en segundo, la salida de los actores hacia el espacio del espectador, con los cuales se mezclaban una vez abandonada la escena, y, por último, la ya mencionada interacción experimental, basada en una identificación múltiple basada en los significados metafóricos del concepto “línea”. Para conseguir sus objetivos, el grupo renunció a establecer el nombre de los textos y a sus autores en los carteles de anuncio, democratizando la acción en cada uno de sus rincones, liberó a la escena de todo artificio, y, con una sencillo banco, una línea, y una penumbra, se dedicó a ofrecernos Teatro con mayúsculas bajo el prisma de esa idea de Nabokov: “En los detalles es en donde germina y vive el verdadero hecho estético”.