martes, 25 de diciembre de 2012

ESTRELLA DISTANTE. Roberto Bolaño

 Hay tanta mitología en torno a Bolaño, y, en este caso en torno al triangulo doble Bolaño / Zurita (Wieder) que hacer lo que voy a hacer; simplemente tratar de comprender la novela, puede resultar estúpido. Pero lo diré de entrada. Es lo que voy a intentar.
 Conocí a Zurita en Madrid el año pasado, y no me lo imagino en estas disputas que él mismo alienta. En todo caso; un verdadero hombre sabio (cuyas iniciales diremos CFL), que trabaja en el silencio verdadero, me decía hace unos meses que desconfía de las posiciones vitales de los poetas en torno a conflictos históricos “pesados” (que a él le hubiera gustado llamar “literariamente rentables”). La crítica literaria justa; esa que alentaba Machado, no es evaluativa. Ni impresionista. Cualquier escuela, cualquier tendencia, es un anti paraíso. La novela de Bolaño es, sencillamente, espeluznante. Y en ese "espeluznante" que escribo hay, como le hubiera gustado decir a los difuntos Pat Wall y a Ron Melzack en los mediados sesenta, tres cosas: una objetividad material, una emoción, y una interpretación evaluativa. Entre paréntesis, deberíamos añadir la "Gate Control System" a la crítica literaria. Nos iría mucho mejor.
 Leo “Estrella distante” por consejo de Pau Sanmartín; alguien que reparte su talento entre vespas y bibliotecas sonoras. Lo lógico es que yo le hubiera convencido, hace años, de que era él el que tenía que leer “Estrella distante”. Pero así ha sido. Y mejor así.
 La maravilla de la novela está en la metáfora, para mi doble, que porta. Chile, es, sin serlo, sólo una excusa. La aldea de Bolaño, de la que hablaba Tolstoi poquito antes de morir. Hay determinadas situaciones, momentos históricos, en que el hombre como hombre alcanza lo peorcito de sí mismo. El Chile del 73 es uno de ellos. Los judíos, que han tenido la suficiente plata para transmitirlo, han transmitido la idea de que es imposible hacer Poesía después de Auschwitz. Sea o no cierto (no me identifico para nada con ello, más al contrario, no sólo no lo considero imposible, sino necesario) Bolaño juega en esa novela con esa idea, y a través del personaje de Wieder intentar hacer convivir estos dos materiales; la poesía y el mal. Wieder queda como una quimera, como un monstruo, como un grutesco medieval; hecho de materiales imposibles; de mal y de poesía. Me pregunto si Bolaño los considera antagónicos, o simplemente materiales que chisporrotean a su contacto. En esa comunión queda la realidad chilena, que es en realidad una y mil realidades: ¿Qué nos queda, -parece decir Bolaño- cuando la única poesía posible queda en manos del Diablo? ¿Es ese el Chile de aquellos años?  ¿fue esa la Europa sin “arte degenerado”? Quizá por eso, en ese desierto, con la desaparición de esa otra parte, poética, a-corporal, a-terrestre, no objetiva, guste Bolaño de confundir realidad con ficción. Quizá porque esa confusión no sea una confusión sino una realidad; la única posible en el que el aire sea un aire respirable; esa realidad en la que junto al transcurrir biológico, social, y racional, llevamos poesía, en cualquiera de las carnalizaciones del término. La metáfora es doble; diablo-poeta, realidad-ficción. En una triple dicotomía el Bolaño personaje se presenta como alguien que no quiere matar a Wieder; el Bolaño escritor no puede con el rencor. Quizá con la creencia en una suma justicia le atraviesa el cráneo con un tiro seco, en la soledad de una ciudad de mar en invierno.