martes, 20 de octubre de 2009

Orquesta del siglo XVIII

ORQUESTA DEL SIGLO XVIII. Amsterdam. Muziekgebouw. 10 Okt 2009
Le voy cogiendo cariño a Franz Brüggen, vaya eso por delante. Me encantó la sala del Muziekgebouw, vaya también por delante. No había estado nunca, y la verdad, estaba loco por venir aquí. La primera parte, fabricada con Sinfonías de Cantatas de Bach me hizo, sin embargo, plantearme algunas preguntas. El sonido era lindo, la afinación, hasta donde llega mi capacidad para su juicio, también, el equilibrio, ideal. Sin embargo, en lo no visible, en ese mundo de ideas previo a cualquier planteamiento de trabajo intuí una falacia. En el respeto, la imaginación del XVII, la admiración hacia Bach, en su veneración, en el sentido religioso que imaginamos que utilizaba para dotarlo todo, y hasta en una cierta sacralidad en la que él es, ahora, el Dios, atisbo la trampa. La liturgia, la celebración de Dios es y ha sido, en nuestro tiempo, uno de los acontecimientos más aburridos que recuerdo, por repetitivo y lánguido. Pero no siempre ni en todos los lares debió ser así. La celebración litúrgica negra, de la que salió el Gospel, y seguramente el Blues, era una fiesta. ¿Qué tipo de Dios tenemos o en qué tipo de Dios creemos, si nuestra ofrenda no es sino la languidez supina? Eso escuché en las Cantatas. Gente que toca bien pero se aburre, que ha decidido, en su mundo civilizado, radicar la esencia musical en el sonido, en la afinación, en el equilibrio, a lo mejor hasta en el concepto, pero que ha renunciado a la vida, no por decisión propia, sino porque, probablemente, esto esté implícito en una serie de leyes anteriores al propio pensamiento, en función de las cuales este pensamiento se produce, y que son, al mismo tiempo impensables por este. Algo que, sólo desde la lejanía, de la distancia, se escucha.
Por suerte luego vino Mendelsohn. Y eso ya fue otro cantar.

Maratón de Amsterdam

AMSTERDAM MARATHON. 18 Oct 2009
Pensé que en esta Marathon había algo, ¿por qué quiso Gebressilasie estrenarse en una Marathon así, aquí, en Amsterdam? La ciudad tiene, para mi, algo especial. Sin embargo, más allá de los hechos propios, la carrera me decepcionó totalmente. No participé en la Marathon, sin duda la carrera estrella, con un fenomenal elenco de africanos y un vencedor en 2:06. Impresionante. La organización fue muy buena. Hasta el tiempo amaneció claro y prometiendo un sol que sólo al final nos escondió a nosotros, los corredores de la media, acabando con lluvia para la segunda mitad de los de la media y los últimos de los maratonianos, los que corrieron por encima de cinco horas. ¿Dónde radica la decepción, entonces? En dos puntos claros: el recorrido, y el público. Para un mediomaratoniano como yo, que tuvo que abandonar en el kilómetro 12 por una rotura fibrilar en el gemelo, y luego caminar hasta la asistencia en el 14 (el 35 de los maratonianos), donde no sólo me dieron un masaje, sino dos lindos vasos de Té y un coche que me llevó al estadio, la carrera discurrió por algunas de las zonas más abandonadas de Ámsterdam, en las que no sólo la falta de encanto lo invadía todo, sino que una soledad inmensa lo llenaba. En la mayor parte del recorrido no había nadie. Pero, y esto es lo peor, en las partes donde había gente, cada uno estaba para animar al suyo, si acaso, y una especie de timidez lo invadía todo. El público estaba para ver pasar. Cierto es que me perdí la parte central, la más bonita, pero una cosa no quita la otra. Por allí pasé a pie, de ida para ver la maratón y de vuelta en mi cojeo selectivo, y la cosa no cambiaba mucho. A quinientos metros del final de la maratón, sólo algunos animábamos a los corredores; y diciendo “algunos” creo que incluyo a los que el eco de mis solitarias palmas conseguía atraer. Palmas que, por otra parte, funcionaban de la siguiente guisa: algunas para el primero (supongo que menos de las que merecía un tipo de 2:06), algunas menos para el segundo, menos para el tercero, y para el resto, “mero reguero”, bastaba seguirles con la mirada. ¿No se merece alguien que decide hacer un esfuerzo, algo más? La reflexión tiene más miga de la que aparenta. La comodidad que lo invade todo, el comfort que tanto vende, y las masas volcadas con las estrellas de la banalidad provocan una mirada indiferente hacia aquellos que adquieren el compromiso consigo mismos de negarse a una vida así, de retarse, de ponerse a prueba, de no dejarse vencer por una vida de sofá. El esfuerzo como camino. La superación casi como guía. Una estética que no arranca aplausos. Ví pasar cuerpos de más de setenta años que en mi levantaban no sólo admiración, sino aplausos y sonrisas, que eran abandonados por los “observadores” a la suerte de su cansancio. Me pregunto por las tradiciones de la ciudad. No consigo recordar a ningún gran maratoniano holandés. Y veo que el mensaje de Filipides no ha sido comprendido por los flamencos, o no se ha conseguido hacérselo llegar. Aún recuerdo con nitidez aquella Marathon de Rotterdam del año 1985, a Carlos Lopes con 37 años atravesando las calles repletas en busca de ese 2:07:11 que entonces consideré eterno. Pensé que un día correría en Rotterdam. Luego vino Gebressilasie aquí, y pensé que no sería casualidad, que aquí no habría que envidiar Nueva York, Chicago, Londres o Fukuoka. Pero me equivoqué.
En cuanto a mi, salí a bajar de 1:20, pasé como un reloj en 18:45 en los 5 kilómetros, y en algo menos de 38:00 los 10 kilómetros. Me encontraba bien, descansado, controlando en todo momento el ritmo. En el kilómetro 8 empezó un pinchazo en el gemelo que fue haciéndose cada vez más fuerte. Pensé que, en todo caso, me dejaría terminar. En el kilómetro 12 dijo basta con un zurriagazo que no me hizo dudar. Aquello se había terminado. No hay duda, me digo, que la derrota encierra en sí misma mucha más capacidad poética que la consecución de los logros. Que los retos adquieren su valor en la medida de su dificultad, y que esta se expresa, sin ningún género de dudas, en la medida en que es capaz de generar fracaso. He recobrado el respeto hacia el hecho de bajar de 1:20. Si alguna vez lo consigo, la felicidad será triple. Por lo demás, estoy tranquilo, y si, de algo vale, descansado y sin otro dolor que ese molesto pinchazo en el gemelo izquierdo, que me impide caminar con alegría.

jueves, 16 de julio de 2009

Paquito de Rivera y el Soul

El día 9 de Julio aterrizó en el escenario del Festival de verano de madrid un músico del que yo había oído hablar con repetición e insistencia: Paquito de Rivera. 61 años le han dado para recoger la tradición del jazz de Gillespie y de la música cubana, dede la fundación de Irakere con Chucho Valdés, hace ya más de treinta años. Nutrido de música clásica, no parece pelearse por defender ningún espacio propio. Más, sin embargo, parece tener una guía clara: la claridad del sonido, y el estricto respeto del fraseo. Eso es lo que sorprende. Rodeado de músicos, por todas partes, guiados por el virtuosismo y el artificio, Paquito de Rivera, sin negarlo, lo acoge como medio hacia la expresión del mensaje musical. Por eso sorprende. Esa claridad del sonido, casi como un canto. Y el contacto total con el público, en lo muscial y en lo personal. Podría hablar durante horas torpemente, de cosas absurdas, banales, con apariencia, y no consguiría dar con un motivo con el que definir claramente cada uno de los rincones de lo que escuché el jueves. En mi Olimpo personal, tan irracional como propio, tiene este tipo una silla disponible. Como Nina Simone y Diane Reeves, a las que escuché hoy, 15 de Julio, desde el lateral a la grada del festival. Y de nuevo, maravillado. En esa música, por lo que sabemos de historia, hay un motivo, una excusa original. Y cuando esta ya ha desaparecido, lo mágico es el mantenimiento de detrminadas características. Como en el concierto anterior, cualquiera de las 4 voces que cantaron tienen un cuidado exquisito de sí mismas, también como medio. La línea melódica parece remitir a su origen, alternando el juego de pregunta y respuesta con esas líneas largas que más parecen trazos que frases, en las que la voz remite a sí misma, sin que la letra o siquiera el contexto se aplique al ejercicio semiótico. De el sonido en sí surge el "soul", claro, un alma que lo ocupa todo, un movimiento en el que nos remitimos, algo mágico y a la vez primordial. Diane Reeves tiene además el talento de los timbres y una tesitura que finge con éxito ilimitada. Los gestos, el saludo, muestran el enorme respeto hacia la música y hacia el público, suavizando la luz de sus cuatro estrellas...

miércoles, 15 de abril de 2009

miércoles, 8 de abril de 2009


Urshanabi dijo al divino Gilgamesh:
¿Qué es esto, divino Gilgamesh, cómo vas a ir al otro lado del mar?


(Poema de Gilgamesh. Texto sumerio
(en la foto original se ha filtrado toda esa capa de niebla que envuelve esta foto)

Como golpe en el agua,
como dolor florecido
brota la luna en el lago.

Loto en la noche,
herida abierta


(Cuentos de la luna pálida)

(Carlos Fernández López. Nómada. 2007)
Yo sueño con los ojos
Abiertos, y de día
Y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
Del ancho mar revuelto,
Y por entre las crespas
Arenas del desierto,


(José Martí. Sueño despierto. Ismaelillo.1882)
Augenblicke, wessen Winke,
keine Kelle Schläft.
Unentworden, allerorten,
sammle dich,
steh.

(Paul Celan. Fadensonnen 1968)

Instantes, cuyas señales
Ningún claror duerme.
Inajenado, por todos lados,
recógete, tente.

Era toda tu casa que ahora tropieza con el humo.

(José Lezama Lima. Enero y 1972)
Wie er auf
Dem letzten Hügel, der ihm ganz sein Tal
Noch einmal zeigt, sich wendet, anhält, weilt-,
so leben wir und nehmen immer Abschied.

(Rainer Maria Rilke. Duineser Elegien. Elegie VII, 1923)

Como quien
Sobre la última colina que una vez más le muestra
Todo el valle, se gira y se detiene, se demora,
así vivimos nosotros, siempre en despedida
Aún flota en los arrecifes el uniforme del marinero ahogado.

(Virgilio Piñera. La Isla en peso (1941))

lunes, 30 de marzo de 2009

Resonancias

MI EXPOSICIÓN

Sobre el tapiz de la recién inaugurada exposición descubro ya algunas cosas. En ella encontré una excusa para volcar una pasión, por la música de Gema, en ella encontré una forma de compartir, gracias a Dios fueron Fer, Paco y Cecile los compañeros. Descubrí la diferencia entre un trabajo profesional y otro aficionado. En el camino me costó encontrar fotos que seleccionar. Mucho. Por la calidad y por la foto en sí. Una vez en la Expo, Gorana me abrió los ojos: hay en todo ello algo viejo, algo del pasado, algo social. No te gusta lo nuevo. Hay algo oscuro, triste también. Eso me permitió a mi mismo observar mis fotos. Hay algo que huele a despedida, hay algo trágico, como si la vida fuera más lo que se pierde que lo que se juega. Como si en lo que falta, en lo escondido de cada uno fuese el único lugar donde encontrar lo poético. La alegría del instante sólo se salva en las dos fotos de los niños que juegan. Quizá en los adolescentes. Aunque luego, no, no, me digo, el barbero captura un instante de concentración, Ankara un caos que es bello, y las fotos alemanas, un esteticismo, algo distante, algo que es más cuestión de orden que de cualquier otra cosa. Me había dejado llevar demasiado por la visión de Gorana, vulevo en mi según escribo. Me siento agradecido hacia todos los que vinieron, eso es lindo. Fue como una fiesta grande. Y de los que escuché algo que denotaba una cierta observación, gocé. Habrá que encontrar una forma mejor de hacer fotos, un lugar más iluminado, más organizado, para la próxima. Hasta entonces céntrate en lo siguiente, Pablo.

sábado, 28 de marzo de 2009

GRAN TORINO

GRAN TORINO

Una pequeña gran película de género, con un Clint Eastwood prodigioso en la actuación y en la narración. Quizá falte la riqueza de haberle visto interpretar papeles distintos, pero también Kraus o Benedetti Michelangeli tenían repertorios pequeños. Una historia realmente bien contada, en la que resbala sin énfasis sobre la nueva sociedad americana (y sobre la vieja), la inmigración, las bandas callejeras, la relación entre culturas distintas dentro de ese nuevo caleidoscopio americano, las consecuencias personales de la guerra, el papel un tanto ridículo de la Iglesia, etc... Sin gran profundidad, que se agradece, ya que mantiene el filme lejos de un cierto „pastelismo“, y con un personaje duro y rico, incapaz de adaptarse a una sociedad hipócrita ni a una sociedad nueva, multicultural, pero a la vez capaz de establecer nexos afectivos dentro de un profundo interiorismo con un joven de cultura Hmong. Sin grandes efectos hollywoodienses, sino dentro de una cierta contención, que se rompe con el gran efecto final, en el que solo ante la banda entera, es acribillado, produciéndose a la vez una catársis social (a la banda se la inculpa del asesinato y pagan pecadores por pecadores), personal (en cierta forma la muerte le libera de sus propios crímenes, cometidos durante la guerra) y física, ya que, en un truco, efectivo pero quizá menos maestro en cuanto a guión, desde mi punto de vista, le libera de un cáncer que con mucha probabilidad habría de acabar con su vida en pocos meses. Una historia bien contada, el placer de las pequeñas cosas bien hechas, sin pretensiones.

Hombres sin mujer. Carlos Montenegro.

HOMBRES SIN MUJER

¡¡Por fin!! Más allá de la lectura técnica o del ensayo, he recuperado con esta novela, „Hombres sin mujer“, el goce (sin ningún pudor puedo llamarlo así) de la lectura. Antes de que el hablar de ella me turbe las ideas más globales, convienen afirmar que estamos, sin duda, ante una obra maestra, a la que quizá la periferia literaria (es decir, en primer lugar, todo lo que no está escrito en inglés o bautizado por el inglés, en francés, en alemán o en ruso, y, desde luego, todo lo que no pertenece a Europa o a Estados Unidos ) ha privado de un lugar destacado dentro de la novelística. Es maestra en todos sus sentidos. La forma es redonda, en toda su cuadratura, está construída en pequeños capítulos con sentidos en sí mismos, capaces de mostrarnos el mundo del cuál nos hablan, para, en conjunto, hilar una historia de transformaciones humanas como consecuencia del contexto que nos pinta; una cárcel tal como todas las cárceles, atroz, alejadísima de la idea de reformar para reinsertar. Un mundo de jerarquías internas, basadas no sólo en la fuerza, sino en la corrupción. Una metáfora de la sociedad global, la exterior, a la que de un modo crudo representa. El estudio psicológico se aleja de la presentación de arquetipos, y la riqueza de los personajes es la de un prodigioso escritor; la de un gran observador con una imagiación precisa. El espacio, que se reduce a los espacios de la galera, los patios, los talleres, el comedor, y una cierta idea del „afuera“, le sirven a Montenegro para hacer desfilar a los personajes, con movimientos de una naturalidad inapreciable. La historia de la transformción de Pascasio, la gran excusa del escritor para mostrarnos el mundo que nos muestra, es de una credibilidad absoluta. El dibujo físico y el torrente psíquico; individualizado con maestría, nos muestra un personaje individual, único, maravilloso en su debilidad de rey. Es un gran príncipe del subsuelo, un negro animal venido a príncipe, un macho con sentimientos. Ese Pascasio nos emociona, nos mueve. Vivimos en él y a través de él el espacio, la injusticia, el mundo hipócrita y cruel de los hombres. A través de un lenguaje propio, adecuado al lugar, preciosista en su riqueza y adecuación, a través de unos diálogos vivos a los que no escapa nada. Estamos ante una gran novela, ante un enorme escritor. De esos mismos lugares haría también, muchos años después, Angel Santisteban dos pequeñas obras maestras: „La perra“ y „La puerca“. Hombres sin mujer se escribió en 1931. Hoy, permite hacer soñar con una literatura aún viva. Gracias, Montenegro.

lunes, 16 de marzo de 2009

la Beauté


Que tu viennes du ciel ou de l'enfer, qu'importe,
Ô Beauté! monstre énorme, effrayant, ingénu!
Si ton oeil, ton souris, ton pied, m'ouvrent la porte
D'un Infini que j'aime et n'ai jamais connu?
(Hymne à la Beauté, Les fleurs du mal, Charles Baudelaire, 1861)

A Blanca Varela


Del abismo que arroja al aire
esta última flor
trepo como la araña que soy
frágil y rencorosa
deseando tocar alguna luz
que endurezca mi corazón.

(Blanca Varela, Concierto animal, 1999)

Sirva esta cita de merecida y póstuma memoria a nuestra poeta Blanca Varela; la chilena se nos murió el día 12 de Marzo. Aún nos quedan los versos.

jueves, 12 de marzo de 2009


Tu dulce habla ¿en cuya oreja suena?
Tus ojos claros ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusite?
¿Cuál es el cuello que como en cadena
de tus hermosos ojos añudaste?


(Garcilaso de la Vega, Égloga I. 1534)

miércoles, 11 de marzo de 2009

Slumdog Millonaire

Decía Schubert que para contar algo era mejor esperar a poder controlar las bridas, cuando ya los caballos de la pasión estuvieran serenos. En la dialéctica pasión - razón, la libertad absoluta se encuentra donde poder ejercer con igual descaro una y otra. Eso es Slumdog millonaire, un recorrido por la India de hoy vista con la pasión del que la conoce, la ama, y la sufre a partes iguales, del que pasea por la chabolas, basureros y miseria con la muerte en los talones como juego, del que exalta el movimiento de todo un país hacia los maravillosos enigmas de la esperanza, de quien pinta la parte oscura con pequeños tintes de heroicidad. Y cuando uno ha absorbido suficiente India, cuando uno se ha metido en la piel del país a través de una especie de "Dogma indio", va creciendo la historia de amor, una especie de manantial que dialoga a través de los vasos comunicantes de Vargas Llosa con un país a la deriva de cuyos deshechos surgen los peores y los mejores gestos. La historia de dos hermanos, esa vieja historia de tradición egipcia, caracterizados desde el inicio como en Mystic River, un pequeño movimiento y ya sabemos sus destinos, con un tercer mosquetero en discordia, el hombre que falta, cuyo nombre no sabemos sin que nos importe, convertido en mujer, cuya voz, aún sin el nombre del mosquetero, es suficiente. Para los vitandines indios no es el lenguaje el que define la verdad, sino el que la acota, el que excluye la falsedad. Ese último movimiento, la aparición de Aramis, es banal. No necesitamos que sea cierto, no necesitamos saber su nombre, no necesitamos de la verdad. En esa confianza el nombre aparece solo, viene sin esfuerzo. La importancia del descubrimiento, de la voz, apaga los brillos del metal, que se convierte más en símbolo que en precio, que en destino. Hasta en el destino del hermano corrompido por el medio desde el inicio se encuentran los rasgos más bellos, dos veces salva a su hermano; en la primera, sus ojos, en la segunda, su amor. Muere por ello, capaz en el último momento de encontrar el sentido final de las cosas. Algo por qué vivir, algo por qué morir. Bello. Limpio.

martes, 3 de marzo de 2009

Entre comillas

Luis Magrinyá es un buen escritor. En este artículo, del día 28/02 habla de la película "rebobine, por favor", y a través de su guión habla de algo mucho más terrible. a cita, el entrecomillado, la referencia, ocupa nuestro mundo de hoy no bajo el prisma literario de la hasta bella intertextualidad, sino hasta el punto de la desaparición del individuo. La polifonía de bajtín, aquella belleza literaria que nos permitía gozar descubriendo referencias, y guiños literarios, conviertiendo a la literatura en una especie de Aleph en el que todos los tiempos y los espacios confluían, se ha convertido en un discurso cerrado, aquel lenguaje que no sólo en sus contenidos, sino en sus estructuras y hasta en su definición "elocutiva" (si es que es posible hacer la diferencia) hace honor al análisis de Foucault. Foucault, siempre Foucault: las estructuras de poder son actualizadas por nosotros mismos, el lenguaje, el discurso del poder, es dicho por nuestras propias bocas, simulando ser propio. El mito de la voz única no queda lejos. Desde la taberna a la Universidad, usamos el lenguaje del otro, creyéndonos originales, inteligentes. Nos acercamos a la desparición propia. Perdemos la capacidad de inventar, de decir verdaderamente. El aburrimiento nos invade. Vemos, leemos y escuchamos, siempre lo mismo, dicho por personas diferentes. Soñamos con algo nuevo que no se produce mientras, en nuestro letargo, la costumbre nos engulle, y la voz también. Entonces nos escuchamos a nosotros mismos las mismas palabras. Rebobine, por favor.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/comillas/elpepuopi/20090228elpepiopi_4/Tes

lunes, 2 de marzo de 2009

La Teta asustada versus Revolutionary Road

Ve uno Revolutionary road como vive en este mundo; sin darse cuenta. Le venden una historia manida y la sigue uno con atención, interesado por un desenlace organizado para que uno no pierda el interés. Y esa es la realidad, lo sigue uno como embebido en tamaña idiotez hasta que le despiertan los títulos de crédito, y, si uno ha dormido bien la noche anterior, o guarda la lucidez de otro tiempo, piensa brevemente sobre lo que acaba de ver, sin levantarse de la mesa para ir a otra cosa, como siempre, y esto es lo que le queda. "Una pareja mediocre decide cumplir un sueño, cambiar su vida mediocre por una vida en París (supongo que esta idea de París es el cliché de principios del XX, cuando París debió ser algo, o es París porque a la ignorancia americana eso le suena sabe dios a qué, habría que preguntárselo a Gertrude Stein). Una vez tomada la decisión, en la empresa de él, en la que siempre había sido tratado como un mediocre (enfático en la película) le ofrecen el puesto y el sueldo de su vida, haciendo la decisión de ir a París algo difícil. Entonces la mujer, decepcionada, se acuesta con el vecino, que siempre había estado enamorado de ella (un hallazgo narrativo, sin duda). Al final ella se queda embarazada, suponemos que de su marido, y decide abortar, muriendo en el intento. El pobre marido se queda el resto de su vida lamentándose de la oportunidad perdida" ¡¡Toma guión!! Creo que el tema es la felicidad, no estaría muy seguro. Pero le pones a Kate Winsley y a Di Caprio y la vendes. En este mundo puedes vender cualquier cosa, sólo necesitas un buen vendedor y mucho dinero.
En las antípodas: la teta asustada. Una niña nacida tras el asesinato de su padre y gestada mientras su madre ha sido violada, lleva sobre sus espaldas el peso de los "nadies". Vive en la pobreza, no sonríe, no se atreve a ir sola a ninguna parte, sólo se comunica cantando. Es el efecto de la violencia. "A vosotros, los nadies, no os pertenece ni vuestro cuerpo" Ese es el mensaje del opresor, del poder. Y ellos llevan su tragedia en silencio y con música. El único objetivo de esta mujer es enterrar a su madre en su pueblo, cumplir la vuelta, cerrar el cículo, devolverla a su origen, celebrarla. Las peripecias nos muestran a la otra sociedad perúana, la que el ejército colocó arriba, la de los vencedores. No sólo expoliaron cuerpos sino que mantienen los privilegios y su derecho sobre los nadies. El plano es corto, todo sucede en la mirada de la protagonista. Casi nada está dicho, enfatizado. Simplemente las creencias, las de la naturaleza, la de la tierra que no se lo lleva todo, la del mar que se lo lleva y deja entrar aire nuevo, la de la recuperación de la voz, la del amor silencioso y sin premio, se van apoderando de la narración. Ella decide dejar a su madre en la arena del mar. Romper el círculo, dejarse seducir por la belleza de un mar que probablemente nunca antes ha visto. Recupera su dignidad tras haber sido robada robando ella misma. El alma, las canciones, le han sido robadas. Lo cambia por un collar de perlas. El espectador termina la obra de verdad, es una verdadera "Opera aperta". Un equilibrio político y económico inadmisible, un mundo de injusticias, una visión cerrada y académica de la realidad y de la medicina (de esto podríamos hablar horas, la emoción como alógeno) y un mundo lleno de símbolos son los temas de Claudia Llosa. Aire fresco ante la putrefación que ocupa hollywood.

domingo, 1 de marzo de 2009

Richard Egarr en Madrid

Estas cosas pasan. Gente como Richard Egarr pasan por Madrid, y algunos afortunados, poco, se enteran, le ven, le disfrutan. Richard Egarr es hoy uno de los grandes de la música, en la vertiente interpretativa, como solista y dentro de la música de cámara, y también dentro de la dirección. Pertenece a aquel tipo de artistas reconocidos más entre artistas que entre la farándula del circo mundial de la música. En el seno de la música antigua, no pertenece a la vieja escuela, a la institución de los tratados y de las normas fijas, pertenece al rock and roll de la música. Defiende la música viva, y vive, por tanto, alejado de grupos que defienden tanto una idea como la contraria. No es que no pertenezca a la institución; toca en las mejores salas de conciertos del mundo y dirige las mejores orquestas barrocas de Europa. Pero no participa de los grupos cerrados de la institución. Sin dejar de defender, por supuesto, aquella estética, la de la música viva. No en panfletos, sino en la práctica. Escucharle dar clase es siempre un placer. Empieza siempre por las preguntas. "Dime algo sobre esta música", "¿Qué te dice, qué quieres hacer con ella?" Y siempre el silencio, casi siempre el silencio. Entonces viene lo misterioso, arranca del título, de la forma, de la historia de la forma, y allí encuentra las ideas que lo resuelven todo, que lo aclaran, que abren la obra, la desvelan, la hacen nítida. Y una vez aclarada, sólo queda tocarla, hacerla humana. La clave, la aclaración, no vienen siempre de la forma, a veces vienen de la primera frase del contenido humano de esa frase, a veces simplemente del contenido musical, a veces de una armonía que lo va a significar todo, que va a estar desde ese momento en el núcleo de la obra. A veces todo viene simplemente del "story telling", a veces un recuerdo a otra obra, una imitación a la voz, al oboe, al fagot, unas veces es un desespero, otras un equilibrio frío, de marcha. En eso consiste la maravilla de Richard; la facilidad con que de manera concreta, en cada obra concreta, es capaz de encontrar la pista que nos permita acceder al sentido final de una obra. Tengo siempre la sensación de que esas pistas no son inamovibles, que tampoco son necesariamente verdaderas, que valdrían otras, incluso pistas falsas (aunque no serían, en ningún caso, pistas falsas), si pudiéramos organizarlas de modo que fueran generadoras de otros sentidos. El gozo de la reflexión. En esta marea de falta de ideas, de acción, de práctica y economía, un oasís. Gracias, profesor Egarr, que disfrutes de la nueva plaza en el Conservatorio de Amsterdam. El afortunado será, esta vez, el pianoforte.

jueves, 26 de febrero de 2009

La Isla de Pascua

26 de Febrero
Hay, hasta en nuestras más estrictas convicciones, inmensos socavones. Quiero decir, en mi rechazo a los periódicos, en mi (no diré constante porque los frecuento cada dos semanas con la certidumbre de seguir leyendo lo que ya decía hace ya dos semanas, y digo leyendo por decir, porque rara es la vez que consigo encontrar algo en lo que detenerme) surfeo por sus páginas, en mi convicción de que nada de lo que en realidad ocurre sucede allí, hay, decía, veces, días, como hoy, en los que algo nos llama la atención, como una luz. "La Isla de Pascua", se titulaba hoy. Un profesor de sociología establece un paralelo, casi una metáfora (seguramente por la desconfianza de que sus lectores sean capaces por si solos de entender dicha figura retórica en cuanto tal, explica en paralelo) entre la Isla de Pascua y nuestro momento "económico" actual. ¿Por qué desapareció la isla de Pascua? La Isla, situada en el Pacífico, perteneciente a Chile, se caracteriza por los Moaís, esas gigantes esculturas de piedra repartidas por todo su espacio geográfico. Parece ser que esa isla, hoy sin vegetación ninguna, tuvo un tiempo esplendoroso de vegetación y grandes árboles que los indígenas utilizaron para transportar las moles de piedra que después tallaban. La lucha desmedida por los recursos (según el escritor del artículo) dió pie a las luchas internas de las dos etnias de las isla, que el holandés Jakob Roggebben se encontró en Abril de 1772, a punto de desaparecer, por eso mismo, por la desaparición de sus recursos, en sus luchas internas. La propuesta del articulista es evidente, ante la situación actual. Las tres salidas que propone, la cíclica, la del cambio, y la de la violencia y revolución, son viejos conocidos de nuestra historia. Quizá existan posibilidades aún por descubrir.

El artículo en http://www.elpais.com/articulo/opinion/isla/Pascua/colapso/global/elppgl/20090226elpepiopi_4/Tes

lunes, 23 de febrero de 2009

el Quinto de Brademburgo

No quisiera dejar pasar la oprtunidad de escribir sobre el Quinto de Brademburgo. Diré de antemano que quedo lejos de su comprensión, y quizá por ello de un juicio certero. La escuché, por segunda vez en directo, tras aquella de hace tres años en el Festival conde Duque, en el ciclo de Cantatas de la Comunidad de Madrid. También por Hipocampus. Esta vez me gustó el primer movimiento, en todos sus sentidos, el fraseo, la continuidad, las voces y los episodios armónicos conducidos hacia el tema. El continuo estuvo brillante y los solos de clave también, aunque en algún momento, dios me perdone, me sobró expresión. En los momentos de expresividad menos evidente, hubo, sin embargo, mucha emoción. El clave solo inundándolo todo. El segundo movimiento, sin embargo, me decepcionó un poco, goznado los detalles del continuo y del solo de clave, me faltó mayor integridad, escuché una cierta pérdida de la línea global, de la continuidad del movimiento. En el tercero, a medio camino entre ambos. Hubo lo mejor del primero y lo menos bueno del segundo.

sábado, 21 de febrero de 2009

Los bárbaros. Baricco

„Los bárbaros“ Alessandro Baricco. 13/02/09
Un signo antibárbaro es, sin duda, la escritura. Por definición. La escritura es pensamiento al ralentí, es decir, el pensamiento que se toma el tiempo de ser pensado; reflexión. Pero, claro, esa es sólo una definición. Suponer que las definiciones se cumplen es reducir la realidad a una discontinuidad académica. Por suerte, los diccionarios han aceptado el proceso, y renuevan sus términos hacia su uso en la práctica. Escribir no es ahora, hoy, ni más (ni menos) que el „acto de escribir“. De lo que deducimos que un ensayo podría ser, aunque antibárbaro por suposición, sólo una rabieta. Por suerte no es el caso.
La lectura de „los bárbaros“ de Baricco nos deja un poco con la miel en los labios. Lo que al principio parece una simple introducción, una presentación del Tema, que parece aspirar hacia un análisis profundo de la realidad, que en algunos momentos consigue acariciar, como cuando el siciliano se bebe su vino hollywoodiense, o la periferia de la hamburguesa se convierte en motivo principal, en el resto nada en un terreno conocido, casi en una conversación entre amigos en la que se defiende la vieja buena literatura, vamos a decir a Joyce, a Broch, a Kafka, cuando en realidad ninguno de los conversantes la leyeron. Echamos de menos una argumentación más fuerte, un entendimiento mayor del proceso. Ir más allá de donde llega una conversación, por otro lado inteligente, de taberna.
Si pienso ahora sobre ello, tengo un retrato del Bárbaro equivalente al que tenía anteriormente, un hijo del imperio americano, en todas sus facetas. Lo que ya sabía, alguien que va a ver películas que ya conoce pero que le hacen llorar, alguien que lee a Lucía Etxebarría, y no sólo no tiene pudor en decirlo, sino que lo esgrime como bandera intelectual, como tema de discusión en sus reuniones de grupo. Come mal, pero eso ya se sabía. Trabaja como un cabrón, pero te habla de producción, critica al presidente y habla de economía como si ese fuera el motor del mundo. En el tema fútbol es difícil estar de acuerdo con Baricco. La profesionalización del deporte hace las exigencias mayores. Los métodos de entrenamientos, el análisis táctico, el trabajo en equipo, ha superado con mucho lo de hace veinte o treinta años, y ha minimizado las diferencias entre genios y gregarios. A mi también me gustaba más McEnroe, probablemente Anquetil, o Zatopek, pero no hay duda que lo conseguido por Federer, el fútbol de ahora, lo de Amstrong, no tiene comparación con las facilidades de entonces, en la que los métodos de entrenamiento y la cantidad de dinero que se movía era incomparablemente inferior a la actual (baste como ejemplo el hecho de que a Steve Ovett, en 1981, tras batir el record del mundo de 1500, le pagaron 10 libras para que volviera a casa).
Todo es como el círculo absurdo de los retretes, lo mire por donde lo mire, elija usted el orden que elija, no le quedará más remedio que tocar algo que una mano anterior, cargada hasta arriba de guarrería, lo hizo antes que usted; la puerta, la cadena, la tapa, el grifo. Puede parecerle todo resuelto si se lava las manos con jabón, si consigue secárselas. Aún así, no sueñe, aún le quedará la última puerta. Con suerte la podrá abrir con los pies. Así de circular es el mundo de Baricco, un mundo también sin salidas, que nos permite reconocer el mundo tal y como lo habíamos reconocido, y a nosotros mismos como un subproducto, ya amalgamado, dócil y abducido, de ese mismo producto. Al mismo tiempo leemos con la sensación de estar asistiendo a un nuevo producto, este también facilitado, en el que las conclusiones se alcanzan de manera sencilla, sin esfuerzo, dejándonos con la vaguedad de las posibles interpretaciones, y en las que el razonamiento no nos calma por completo. Es como el propio vino hollywoodiense. Por otra parte, ¿cómo hacer comulgar nuestra defensa del valor objetivo con un pensamiento no conservador, con el deseo de la igualdad de oportunidades sin caer en los peligros y trampas que eso conlleva? ¿cómo contrarrestar la pregunta que lo sobrevuela todo (¿es que los libros que tú lees son mejores?)sin quebrar los principios morales de la humildad, sin atribuírnos a nosotros mismos un sentido aristocrático? ¿cómo defender la sacralidad de los gestos cotidianos y aborrecer al tiempo la falsa hipocresía, protocolaria, de nuestro mundo y del anterior?
Leemos con facilidad y gusto lo que ya sabíamos, y volvemos por donde habíamos venido.

viernes, 20 de febrero de 2009

En lo de Movistar mejor empezar por el final

¿Cuál sería de verdad la estrategia en casos como el descrito hace unos días? ¿Decir la verdad? ¿Expresarle con claridad a una comercial que conoce desde dentro al monstruo, que sabe lo que se cuece? ¿Quizá vibrar con sus propios anhelos, con sus propias decepciones, con su último deseo de gritar? Me preguntó cuánto ganará un comercial de telefónica, pero teniendo en cuenta que está expuesto al público, que cumple la función de escudo antimisiles ante el cliente enfadado, que ha aprendido de memoria ese "disculpe la espera, sr. pasape", dudo que sea mucho. Los emolumentos suelen ser directamente proporcionales al número de escalones alejados del público, e inversamente proporcionales al verdadero trabajo, diario, repetitivo, donde, aunque el lenguaje (el verdadero poder del poder, según Foucault) lo niegue. "Un puesto de responsabilidad" es, en la actualidad, el equivalente a la posibilidad de ejercer la corrupción, sin que eso signifique que uno, necesariamente, la ejerza. Un "puesto de baja responsabilidad" es gestionarle al cliente sus quejas, aguantar su humor, dirigirle, explicarle, etc... Una metáfora de la realidad de hoy, en la que la economía, ese ente abstracto, es el objeto de la responsabilidad, y el ciudadano, en último término las personas, son relegadas a objeto de "baja responsabilidad". Total, si las cuentas salen, qué puede importar no sólo el servicio, sino la función para la que algo fue creado (a saber, el teléfono para facilitar la comunicación, a qué ajena prehistoria se remontan nustros pequeños actos cotidianos).
Nos vamos contentos con el nuevo teléfono a casa. Contentos. ¿De qué? ¿De pertenecer al progreso? ¿De avanzar, con aparatos que apenas podemos entender, que nos comprometen más y más, que nos exigen económicamente y nos hacen depender aún más, que nos comprometen con el consumo y nos acaban ahogando? ¿Por qué contentos, de la obligación del vínculo a una compañía que no tiene nada que ver con nosotros, impersonalizada ya, de puro tamaño? Recuerdo una de las más bonitas historia del duelo Coe-Ovett. Ambos siguieron perteneciendo a su club "de siempre" hasta el final, siendo incluso campeones olímpicos. No renunciaron a sus comienzos, al grupo pequeño en el que se formaron como atletas. La pertenencia es como una institución familiar, seguramente su esencia radica en que sin uno la institución cojea. Uno se convierte en algo necesario, que participa y recibe. Nuestras empresas, las tiendas en las que compramos, los clubes a los que pertenecemos, el gimnasio al que vamos, han perdido todo lo que pudieron tener de aquello. Los clientes son sólo ahora medios para otra cosa, no fines en sí mismos. Y en esa nueva batalla, la estrategia es clara: hacer pensar al cliente que se va vencedor, con su teléfono en mano, y así mantenerle como el medio para los fines mayores. Un batalla de vencedores vencidos; los que la jugamos, y los que la ejecutan.

jueves, 19 de febrero de 2009

Telefónica movistar 19 Febrero 2009

Telefónica movistar

Aprovecho este hallazgo, para titular esto así: „Telefónica“. Toma ya. Cuánto de lirismo no hay en un título así. Y lo mejor está por llegar, estoy a punto de hablar de un clásico. Todo empezó cuando me dejaron de oir al otro lado de la línea de mi antiguo móvil, uno de los que más he adorado. Pequeño y sencillo. Tuve que utilizar uno que nos habíamos encontrado y que aún no hemos devuelto. Vino el cargo de conciencia y, en mi queja, Aiblín me dijo que a ella la habían llamado para ofrecerle uno, que se lo habían mandado gratis, y a Agnieszka, y a Lerlys... Así que llamé para pedir yo también uno, y, claro, me ofrecieron algunos impagables. „Mire, lo que yo quiero es un teléfono gratis, no gran cosa, pero gratis“ „Pues con los puntos que tiene no le podemos ofrecer ninguno gratis“ „Mire, es que Vodafone me ofrece uno gratis por pasarme a su compañía“. No es que me quisiera pasar de listo, estaba utilizando una frase hecha, con total seguridad, lejos de una verdadera estrategia. „Ah, entonces lo que usted quiere es una contraoferta“ „Eso, eso es lo que yo quiero, una contraoferta“. Así que pasé a una comercial, joven, jovial y simpática, que empezó también por teléfonos impagables, y acabó en un Nokia 6300 „muy bonito, yo también lo tengo“, que acepté por su precio reducido: gratis, en el sentido absurdo de la moderna utilización, gratis si usted permanece 18 meses con nosotros, siendo, como es, expoliado. Así que salí a buscar mi Nokia 6300 por todos los distribuidores de Movistar: „No lo tenemos“ „no lo tenemos“ „no lo tenemos“, „no lo tenemos“, hasta que un alma caritativa me dijo „ese teléfono no se fabrica desde Octubre, igual lo encuentra porque a alguien le sobre, pero lo tienes difícil“ „¿Y cómo puede ser, si movistar me ha ofrecido exactamente este móvil?“ „Es que una cosa es movistar y otra los distribuidores“. Toma ya. Esas tiendecitas de movistar son, en realidad movistar distribuidores, y el movistar al que usted llama es el movistar „sabe dios“, pero lo importante, lo verdaderamente importante, es que „eso es cosa de movistar“. Eso te lo dice un tío en una tienda verde en la que cada dos metros dice en grande: „MOVISTAR“ Toma ya. Por supuesto, decidí cabrearme, y mantener mi cabreo, de una forma un poco teatral. Me puse infantil: „ahora quiero un teléfono mucho mejor, y gratis“ Llamé, lo expliqué despacio y suave, pero fingiendo una seriedad y una consistencia cabreada, que imagino muy aficionada. Di, por suerte, con una mujer con dos cojones, que no entró directamente al juego (era un juego de aficionados) sino que defendió con total dignidad, todo hay que decirlo, la existencia del Nokia 6300 y la cortesía de telefónica hacia mi. Discutimos con intensidad y lo resolvimos como personas mayores. „Como no vamos a estar de acuerdo, dígame que me ofrece“ Me ofreció un Nokia 6500. Pero no, yo estaba empecinado con el 6210, con GPS, que era un teléfono superior a mis capacidades para usarlo, pero lo quería gratis. „38 euros“ „Gratis“ „38 euros“ „Gratis“ „¿No me va a rebajar esos 38 euros, como una verdadera cortesía, después de los distribuidores movistar que me ha hecho visitar?“ „No, imposible, estamos hablando de un teléfono de casi 300 euros“ Y me debió ver que estaba a punto de ceder, no a comprarlo, pero a no seguir intentándolo, y, como una maestra, dijo „le puedo ofrecer un descuento del 15% en sus llamadas de los próximos 6 meses“ „Eso sí, eso me gusta, si es así, vale“ Y así fue. Absurda lucha de gallos. Las compañías telefónicas abusan y expolian a sus clientes, trabajan con márgenes espectaculares y con beneficios descomunales, y todavía se permiten estrategias de racaneo. Los clientes, nosotros, hemos creado el instinto de creernos que nos ofrecen algo gratis, que nos regalan algo (no otra cosa que la pleitesía y la obligación de permanecer junto a ellos, mes tras mes, pagando sin parar) y nos vamos tan contentos a casa con nuestro teléfono nuevo y nuestro pírrico 15% de descuento. Todos jugamos un juego idiota en el que fingimos ganar, y hasta fingimos „jugar“. Hasta el propio juego es ficticio. Así es el mundo movistar, el nuestro.

lunes, 16 de febrero de 2009

Hamburgo blanco 13/02/09

El Hamburgo Blanco.

Volví a Hamburgo en Febrero del 2009, hacía ya 9 meses desde la última vez, en mayo, cuando se podía ir en kayak por los canales, pasear por Harburguer Park, y coger la bici para cualquier cosa. Desde el cielo, esta vez, todo estaba blanco, blanco y a la vez gris, como si la ciudad no se atreviera del todo a ser blanca blanca, como si una cortina traslucida lo impermiablizara todo. Me recuerda mucho a algo quem e resulta esencialmente alemán, centroeuropeo al menos; las cortinas. Ni dejar ni impedir que la luz pase, ni atreverse ni no atreverse a abrirlo todo hacia fuera. La desconfianza hacia lo exterior. Como la niebla. La ciudad me resulta ya de una familiaridad absoluta, no sólo los rincones que ya me conozco, la rutina del aeropuerto, del Schnell Bus, del metro, las escaleras del Stintfang hacia el Albergue, la retahíla de cosas que uno debe saber cuando vienen a un albergue, cosas ya conocidas, que contadas de nuevo nos permite obtener matices de tono de voz, o enternecernos con el recuerdo. Y ahí está el Landungsbrücke solitario, trsite, abandonado, duro, gris, bello mientras nieva por las mañanas desde la colina. He visto ese puente, ese puerto, en su cumpleaños, a cuarenta grados en Mayo, y he desayunado esta vez viendo nevar y nevar sin parar, he corrido a la orilla del río sin poder pisar otra cosa que nieve y hielo. Y Jungferngstieg, en obras, ya los amantes y los amigos no están para celebraciones exteriores. Es el invierno, como el del Rathaus al que le sobra plaza de puro frío. Todo está más solo, más frío, y a la vez bello y blanco. Me gusta Hamburgo. Es una ciudad que he hecho mía, por la que camino a la vez como extranjero y como algo que le pertenece. Ya he pasado días en Eppendorf, en Landungsbrücke, cerca de Hauptbanhof, en Stadhausbrücke, el barrio portugués ha pasado ya a no atraerme, prefiero las pequeñeces junto a Grossneumarkt, esa plaza sin iluminar que podría ser y más parece una llamada a lo suburbial. Adoro correr por Pflanzen und Blumen, comer en Deichstrasse, esas sopas de invierno, los pescaditos fritos (Stichs?) del Elba en esta época del año, me gusta la amabilidad estructurada de los camareros alemanes, su sorpresa ante la broma, la retórica de los gestos del oficio, siempre del mismo modo, a la vez maravillosa y distante. Nada dejado a su propio curso. Y, aunque resistente, siempre la sonrisa de la camarera ante la tercera broma, ante la insitencia del pájaro crpintero que acaba rompiendo la concha. Me gusta Alemania hasta el punto de no querer vivir nunca allí. Me gusta con la frescura de las amantes, tal y como aparece y desaparece. Me gusta aparecer por Wandalenweg, y desaparecer camino de Ohlsdorf. Me gustan los cursos y el Té. Me gusta ir a dormir temprano, mis pequeños ratos de lectura, mis carreras, y la visita al museo de al lado de Rathaus, donde pude ver más Matisses que en mi vida. Y la música que me hubiera gustado escuchar y no pude. Y el idioma, ese idioma que adoro, y que, a pesar de su fama de dificultoso, no deja de darme alegrías, los pequeños objetivos cumplidos, ir, también como el pájaro carpintero, rompiendo su protección externa, acercandome, poco a poco, a su comprensión. En el curso de Vleeming entendí por fin la introducción, supe lo que debía haber pasado ese Julio ya lejano de 2007, cuando, atónito, no entendí ni una palabra de aquella bienvenida. Qué maravilla ver abrirse a una flor, como el amanecer, ver a esa mujer desprenderse de su máscara, de sus ropajes, romper un huevo, quitar el envoltorio a un regalo, romper el sobre de la carta de un amante o de un amigo, ir viendo al idioma quitarse sus resistencias, dejar sólo la precisión de las palabras, la belleza de los sonidos, dejar que aparezca su forma particular de ver las cosas. Me gusta Alemania, me gusta volver a Alemania.

viernes, 13 de febrero de 2009

Matisse retratista

MATISSE. Exposición. 13 Febrero 2009

Vi a Matisse, al Matisse retratista, en un pequeño museo, en la plaza del Ayuntamiento de Hamburgo. La exposición trataba de representar la visión matisiana del hombre, supongo que del alma humana. Todos eran retratos, de su mujer, de sus hijos, sobre todo de una de sus hijas, de amigos, de gente de negocios, de compañeros de trabajo, de modelos. Me pregunto cuánto me interesó, me pregunto cuánto había allí de verdadero interés para mí, cuáles son los parámetros de la valoración de un genio, tanto como para considerarle uno de los pontífices del Arte moderno. ¿Cómo explicar lo que vi? Después de leer la pequeña biografía escrita en la exposición, de ver fotos y dibujos de los protagonistas, empecé a ver los cuadros. Algo había allí de lo que había dejado el postimpresinismo, de Cezanne, sobre todo; esas manchas que tanto me gustan, pero después había una simplificación de la forma, de las líneas, la aparición de manchas planas de color. Matisse utiliza el trazo como generador de forma, supongo que incluso de expresión. Mucha menos importancia tienen la luz y las manchas. Creo que las posturas tampoco son claves, los fondos, en su vertiente plana, y de color, pueden serlo. Pero, por supuesto, es la mirada de Matisse la que lo llena, no el personaje. Hay una alegría infantil, claro, y una ingenuidad; hay también ingenuidad. En cuanto a los detalles plásticos, nada nos habla de virtuosismo, quizá ahí radique una de las bases: abolición del virtuosismo en favor de la ingenuidad. Uso del color para expresar una alegría, (que quizá podría definirse mejor como limpieza, como falta de oscuridad ) que lo recorre todo. En cuanto a mi, frente a aquellos cuadros, sentí una inmensa alegría de visitar un museo en Hamburgo, tras una de las sesiones de Vleeeming, me sentí feliz de acercarme a la pintura, de ver por fin de verdad una serie de Matisse, en fin, de rellenar un hueco. Me dejó más dudas que otra cosa. Una frialdad mayor que la lectura de „los bárbaros“ de Baricco, que al menos me había levantado del asiento para gritar, que había despertado mis sentidos. Matisse me plantea preguntas sobre la institución, sobre la definición de los papeles en la historia, sobre el juicio artístico, y sobre mi verdadera comprensión de las aportaciones de cada uno. Un mar de dudas a la baja.