viernes, 13 de febrero de 2009

Matisse retratista

MATISSE. Exposición. 13 Febrero 2009

Vi a Matisse, al Matisse retratista, en un pequeño museo, en la plaza del Ayuntamiento de Hamburgo. La exposición trataba de representar la visión matisiana del hombre, supongo que del alma humana. Todos eran retratos, de su mujer, de sus hijos, sobre todo de una de sus hijas, de amigos, de gente de negocios, de compañeros de trabajo, de modelos. Me pregunto cuánto me interesó, me pregunto cuánto había allí de verdadero interés para mí, cuáles son los parámetros de la valoración de un genio, tanto como para considerarle uno de los pontífices del Arte moderno. ¿Cómo explicar lo que vi? Después de leer la pequeña biografía escrita en la exposición, de ver fotos y dibujos de los protagonistas, empecé a ver los cuadros. Algo había allí de lo que había dejado el postimpresinismo, de Cezanne, sobre todo; esas manchas que tanto me gustan, pero después había una simplificación de la forma, de las líneas, la aparición de manchas planas de color. Matisse utiliza el trazo como generador de forma, supongo que incluso de expresión. Mucha menos importancia tienen la luz y las manchas. Creo que las posturas tampoco son claves, los fondos, en su vertiente plana, y de color, pueden serlo. Pero, por supuesto, es la mirada de Matisse la que lo llena, no el personaje. Hay una alegría infantil, claro, y una ingenuidad; hay también ingenuidad. En cuanto a los detalles plásticos, nada nos habla de virtuosismo, quizá ahí radique una de las bases: abolición del virtuosismo en favor de la ingenuidad. Uso del color para expresar una alegría, (que quizá podría definirse mejor como limpieza, como falta de oscuridad ) que lo recorre todo. En cuanto a mi, frente a aquellos cuadros, sentí una inmensa alegría de visitar un museo en Hamburgo, tras una de las sesiones de Vleeeming, me sentí feliz de acercarme a la pintura, de ver por fin de verdad una serie de Matisse, en fin, de rellenar un hueco. Me dejó más dudas que otra cosa. Una frialdad mayor que la lectura de „los bárbaros“ de Baricco, que al menos me había levantado del asiento para gritar, que había despertado mis sentidos. Matisse me plantea preguntas sobre la institución, sobre la definición de los papeles en la historia, sobre el juicio artístico, y sobre mi verdadera comprensión de las aportaciones de cada uno. Un mar de dudas a la baja.

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