miércoles, 26 de octubre de 2011

PINA. WIM WENDERS


Hay algo en el hacer del director alemán que agradezco. De entrada, no ha querido hacer una biografía de Pina Bausch, no ha querido regodearse en su muerte, en las causas de su muerte, en las reacciones a su muerte. No. Nada de eso. Lo que nos deja Wim Wenders es otra cosa: nos deja la respuesta a un gran pregunta ¿qué nos ha dejado Pina Bausch? Y como este dibujo que hago al llegar a casa, después de una sesión de fotos estimulante, muy muy de madrugada, la respuesta es clara. Es como si Pina Bausch nos dijera: “Yo os ofrezco mi fé”.
 Conocí el nombre de Pina Bausch a través de Arno Gimber, y, como todas las cosas que oí a su través, eran dignas de conocer. La única obra que vi de Pina fue la última, con los bailarines callejeros, y no la entendí. De ella he hecho el dibujo con el que acompaño esta entrada, que ahora tiene todas las significaciones. Por lo que nos muestra Wenders, Pina transmitió silencio, trabajo, imaginación, pasión, pero sobre todo Fé. La Fé de Pina que percibo es algo grande. Lo que nos ha dejado va más allá de la propia Danza. No es sólo fé en su idea de la Danza, en lo que esa Danza nos dice del mundo y al mundo, sino es una Fé en el ser humano, en las potencias individuales del ser humano, no como base del éxito, sino como base de un “otra cosa” que se siente inmenso. Su fuerza parece ir más allá de la institución del Arte e incluso de la Institución social. Es una apelación individual a la búsqueda propia, una defensa brutal de lo propio, de lo único, de lo individual, como fin último del camino artístico. Y es ahí donde aparece la segunda cara de la Fé, es una Fé en el otro. “Tienes que seguir buscando”, “Hazlo bien”. ¿En dónde radica el valor, lo valioso? En lo propio, parece decirnos Pina, en la único. La diferencia con la institución artística es radical, porque esta defiende Modelos, tradiciones, formas de hacer, sometimientos de Mercado, gustos del público, realizaciones posibles. Pina va más allá. Y en esa fuerza está por encima de su propia mortalidad. No parece preocuparse de sí misma. Preocuparse de uno mismo es cosa de mortales.
Gracias, Pina, por recordarme lo que no debo olvidar.



martes, 25 de octubre de 2011

STEPHEN SHORE


  Me acerco a la obra de este fotógrafo sin desconfianza. Su “Uncommon Places” me resulta un lugar común. Curiosamente. Ha pasado el tiempo; el color es ya un espacio para la fotografía artística, y Estados Unidos una realidad bien conocida. Los “lugares comunes” de Estados Unidos me repelen. Quiero decir, los colores azules rojos y blancos cayendo del cielo, las grandes torres, las líneas del horizonte, las grandes gaviotas, las animadoras de la NBA, la policía golpeando a negros y latinos, Hollywood, su absurda alfombra roja sobre la que camina lo más granado de la estulticia de este mundo. Me dan por culo las ruedas de prensa de los Comandantes del ejército norteamericano, el día de acción de gracias, los juicios televisados, las series de guapos y detectives, me dan por culo también los rascacielos de noche, el “crack” extendido y el ejército destrozando espacios en los que en otro tiempo hubo vida, familias enteras, niños que jugaban. Me dan por culo los agujeros que los americanos han dejado en la tierra, pero más aún los que han dejado en el seno de sociedades como la guatemalteca, nicaragüense, y en Vietnam o Irak, por no extenderme hasta el infinito. Ese es el Estados Unidos visible. Para Shore no hay duda de que existe otro Estados Unidos, pero es que ofende a la inteligencia pensar que el Estados Unidos de los lugares comunes puede ser percibido como un ente único, armonioso. Es fruto de la estupidez nuestra, de la falta de reflexión, de la asimilación de los cambios. El mundo se ha volteado desde los hombres y la literatura hacia las finanzas y la idiotez. Shore mostraba ya en el 82 (cuando Reagan masacraba con la “Contra” Nicaragua) bancos emergentes que se alzaban por encima de todas las cosas, dejando abajo no otra cosa que nuestro terreno disponible, la chabola plana, el espacio sometido. El consumo no permite no consumir, no permite mantener los tiempos propios, no permite detenerse, no permite no querer, no desear, no querer crecer, no querer enloquecer. Es una dictadura. Y esa dictadura deja en cada cruce, en cada rincón, la estampa del absurdo, la fealdad en el sentido griego, casi bajo un sentido ético. Eso es lo que recoge Shore, la imagen de un desierto tóxico (desde dondquiera que se mire) en el Paraíso. La visión de esas imágenes no me gusta. Se aleja de lo que consideramos estético. Hermanado con Shore desde el concepto y desde el sentimiento, prefiero imágenes de otro mundo. De un mundo en el que hay aún esperanza, en donde aún se baila y se juega.

miércoles, 19 de octubre de 2011

La Hispanidad, la Deuda, Ouroboros y la Fuenfría. Día del Pilar.

 Para celebrar la Hispanidad, es decir, los albores de las atrocidades de la colonización, del sometimiento, del genocidio, me subo a Cercedilla para subir por las terribles rampas pedregosas que nos llevan entre bosques hasta la cima del Purgatorio. El purgatorio fue un lugar donde los indígenas aprendieron a avergonzarse de ser indígenas , pobres, e ignorantes según el concepto de sabiduría que tenía la Cristiandad. El purgatorio fue un concepto inventado por esos mismos cristianos, que al mismo tiempo defendían una extraña caridad y un amor hacia todos nuestros hermanos. Uno de esos cristianos fue Lope de Aguirre, del que Mijangos me ha prestado las crónicas, que leeré, digo. A mitad de rampa alcanzo a los Alien, a los que no veía desde la Pedals de Foc de 2009. Y esas cosas tiene el monte, estas escenas inolvidables: Karina y yo nos bajamos de los ciclos para besarnos y abrazarnos. Es el momento del día. Entre piedras, casi perdiendo pie. Después veo a Ángel, con su bici verde y su maillot de Alien. Estos alienígenas me encantan. Son el paraíso en el otro. Arriba, en Navacerrada, un verdadero cielo, el cielo de Madrid, decidimos bajar por una trialera de mil demonios, en donde tiemblan los ejes de mi maltrecha bici, y los míos. Es en esos pequeños rincones en donde uno se lo juega todo y se gana de verdad el cielo, si consigue no amamantar la tierra. Y en donde difruto como pocas veces, a pesar de mi pobre estado de forma tanto cuesta arriba como cuesta abajo. Después, la Fuenfría me lleva por el mundo de los poetas. Si algo dió y da América latina fueron poetas. Y sigue dándolos. Es la otra cara de una tragedia. Dice Neruda en “Confieso”, de los españoles: “se lo llevaron todo y lo dejaron todo(…) nos dejaron las palabras” De esas palabras terribles que dejaron junto a la sangre derramada y el semen de la dominación esparcido y mestizante han nacido los mejores versos del castellano, desde Vallejo a Borges, a Huidobro a Gabriela, a Rojas, a Blanca Varela, a Dulce María y a un infinito que pasa por Sor juana Inés. Ese pinar de la bajada por la Carretera de la República me emociona, ese sol incomprensible de un 12 de octubre casi me asfixia, y ese paisaje abierto hacia Cercedilla forma parte ya desde el Marqués de Santillana de alguna extraña parte de nuestros corazones. La trialera de la vereda alta es también un regalo. Es lo que queda de esta otra Hispanidad. La capacidad de disfrutar. Después me voy a escuchar poesía en La Marabunta a tres grandes poetas que reclaman desde la poesía (desde las palabras dejadas sin conciencia por los españoles en el suelo conquistado y robado) la desaparición de la Deuda externa, que parte seguramente de un principio similar al que crea un concepto como el de una Hispanidad nacida un 12 de Octubre de 1492, y que parte de un tiempo similar; después de 500 años no se acaba de invertir el papel de Dominador-Dominado. Como dice Ferlosio en un texto inolvidable “nada ha cambiado mientras no cambien los dioses”. Sólo las formas cambian.  Jose Luis Gómez Toré, con su palabra limpia y lúcida entronca verso y deuda desde el juego, desde el significado, hasta decir “esta sed donde duerme la memoria del agua”. Ernesto García entronca la poesía a la deuda desde la fiebre, desde ese concepto de irrealidad que las une, desde esa extraña sensación de navegar en el filo de lo irracional. Ana Gorría lo enfoca todo desde el pudor, según dice, pero democratiza la palabra dando otras voces, que es como no aceptar la voz dominante, aunque sea propia. Y es eso ir en contra de los principios que forman la Deuda. Diría Foucault que trabajar con el lenguaje es trabajar con los medios de la dominación actualizados en el yo, que es como cree el francés que ejerce su dictadura el poder. Dice Patricia Mora que la poesía va más allá de las ideas, de los mecanismos. Dice que hacer poesía es contribuir a la belleza del mundo, a la armonía de este. Y que en esa armonía, en esa belleza, no cabe el ejercicio de la dominación, del control o del sometimiento del otro. Que esos comportamientos, también puramente humanos, se diluyen entre tanta belleza, desapareciendo. Pienso en el tesoro Kimbaya del Museo de América y no estoy seguro de nada. Ni de eso, ni de mi propia palabra, ni de pertenecer a una cosa etérea y sucia como la llamada Hispanidad. Ojalá volvieran a nacer Bolívares y Martíes que pusieran de nuevo claridad, y una América latina única. Pero para eso habría que encomendarse a la virgen del Pilar. Y creer en los milagros.

martes, 18 de octubre de 2011

Luis García Berlanga, el "Patrimonio Nacional", y el futuro de hoy.


  Hay acontecimientos en este país inolvidables. Dentro de la idiosincracia nacional se pasan en general por alto (con dignísimas excepciones). Uno de esos acontecimientos se llama Luis García Berlanga, y va más allá de donde llega su propia guasa. La Filmoteca (impulsada como siempre por la muerte) acaba de proponer la nueva visión de toda la obra de este genio del cine, que si hubiera nacido americano compartiría sillón en el olimpo con los Welles, Ford, Dreyer, Renoir, etc… Como Valle Inclán y Cervantes, quedará para él un parrafillo en las historias escritas en inglés. Pero no es de eso (del egocentrismo cultural) de lo que quiero hablar aquí, sino de una interpretación de una película que la Filmoteca me dio la posibilidad de ver: “Patrimonio Nacional”. La película es del 81, y el guión fue escrito, con mucha probabilidad, entre el 78 y el 80, aunque es pura conjetura. La historia es simple: terminado el franquismo, el Marqués de Leguineche vuelve a España, a “su” Palacio de Linares, a intentar recuperar sus ancestrales privilegios. Se encuentra que todo ha cambiado: su mujer, pero también el funcionamiento de las cosas. El privilegio empieza a verse como algo nefasto. Sin ambargo, el marqués debe intentar algo, y acaba alquilando su imagen; la imagen de un tiempo pasado, como objeto de museo: el Marqués visitado en su propio Palacio. La metáfora es de una fineza que deja atónitos. ¿Está diciéndonos Berlanga que en esta Democracia que recién empieza son los privilegiados objetos de museo? Creo que sí, creo que ese era un sentir general. En aquellos años del setenta y cinco al ochenta y uno, si algo se debió vivir fue la ilusión, y en esa ilusión colectiva, ilusoria, luego se supo, no cabían los privilegiados sino como objetos museológicos de un tiempo acabado. Todo lo contrario que hoy. Desde hace tres años, los privilegios deben buscar nuevos formatos. La Banca busca nuevas formas de privilegio una vez acabados los fondos sin fondo. De un modo más sibilino y, por qué no decirlo, genocida, los van encontrando. Es un momento como el de entonces; de cambio, de reestructuración, de búsqueda de nuevas fórmulas. La diferencia entre esos dos tiempos es esencial: en estos, quitando los fogonazos del 15 M, no se percibe mucha ilusión, sino el rostro del diablo, encarnada en esa Mantis religiosa que copula y mata.

sábado, 8 de octubre de 2011

CRISTINA GARCÍA RODERO

 La exposición del Círculo de Bellas Artes de Cristina García Rodero es inolvidable. Por partes: el objeto. Esas copias en 100 x 70, en un blanco y negro analógico cuidadísimo es ya un placer. Pero después desfila la realidad gallega, la realidad española, desfila el significado del hoy. Hay una foto especialmente conmovedora del hoy, y es la de la confesión. ¿Pero de qué coño se tiene que confesar nadie? ¿quién es quién para valorar juzgar y salvar a nadie? la idea es medieval, y despotrica contra las vanguardias intelectuales. Foucault dice: todas las relaciones modernas se basan en el ejercicio de la confesión: la educación, la medicina, la psicología, y la justicia. Ferlosio dice: nada ha cambiado meintras no cambien los dioses. Pero ambos van más allá. Suponen que el estigma primero ha desparecido. En los ochenta, en los noventa, la Rodero se pasea por Galicia y toma instantáneas. y curiosamente descubre algo increíble: que el estigma sigue ahí, que la confesión es una realidad, que no son necesarios esquemas que lo suplanten. Paseando por la exposición siento algo parecido a lo que debieron sentir en los sesenta los que vieron Las Hurdes de Buñuel, algo así como "esto es aún el presente"...

LAS BELLAS ARTES Y EL DESASTRE ECONÓMICO

  He empezado a estudiar Bellas Artes. Mi pirmera clase ha sido inolvidable; más que aprender algo de dibujo o de cualquier otra cosa, me ha enseñado el futuro. Como un profeta, la Universidad asume la temperaura de lo que será. Pero esta Universidad, la de hoy, en Madrid, la que finge Bolonia, aún más. Con enorme elegancia, una profesora de la que no daré el nombre nos dice "cuál es nuestra situación"; y es la siguiente: no tenemos profesor de Dibujo. La explicación es bien sencilla: la Complutense no tiene dinero, asume matrículas, recoge el precio de las matrículas, y no asume sus obligaciones; no contrata profesor. La consecuencia es que el 40% de los alumnos no tienen profesor de dibujo y que los profesores asumen (con buena voluntad) la docencia de los no contratados. ¿Puede una sociedad universitaria sostenerse en la buena voluntad? La respuesta es obvia: No. La buena voluntad termina donde empieza la necesidad, y, cuando el abuso se extienda, la buena voluntad se extinguirá como si nunca hubiera existido. Pero ¿qué nos enseña este hecho del futuro? Nos enseña una nueva cultura, en la que la responsabilidad personal suplirá las remuneraciones, en la que las gentes trabajarán de gratis por sus sueños, en las que las empresas y las instituciones públicas abusarán de los sueños de las personas para luego darles una patada cuando ya no les interesen, y una sociedad en la que se vaticina un bajón de la formación, una ambigüedad en la exigencia, y una generación criada en el devenir, a la que se le pedirá el autodictatismo, y que tendrá sus derechos en hacer lo que buenamente les venga en gana con sus habilidades, que serán en todo caso, si creemos en el ejercicio de la transmisión pedagógica (que, claro, eso es una discusión mayor) más bien escasas. Me voy a hartar de dibujar bodegones, pies, y estatuas. Lo voy a hacer con grafito, con carbón, con plumilla y con acuarela. Lo voy a hacer por vicio y por gusto y por pasión y por azar. Y lo voy a hacer junto a los que serán los artistas de los años veinte y treinta, gente a las que sus mentores abandonaron porque en ese tiempo, les contaron, no había pasta para la enseñanaza. Que luego nadie se avergüence de nuestros jóvenes.