domingo, 1 de marzo de 2009

Richard Egarr en Madrid

Estas cosas pasan. Gente como Richard Egarr pasan por Madrid, y algunos afortunados, poco, se enteran, le ven, le disfrutan. Richard Egarr es hoy uno de los grandes de la música, en la vertiente interpretativa, como solista y dentro de la música de cámara, y también dentro de la dirección. Pertenece a aquel tipo de artistas reconocidos más entre artistas que entre la farándula del circo mundial de la música. En el seno de la música antigua, no pertenece a la vieja escuela, a la institución de los tratados y de las normas fijas, pertenece al rock and roll de la música. Defiende la música viva, y vive, por tanto, alejado de grupos que defienden tanto una idea como la contraria. No es que no pertenezca a la institución; toca en las mejores salas de conciertos del mundo y dirige las mejores orquestas barrocas de Europa. Pero no participa de los grupos cerrados de la institución. Sin dejar de defender, por supuesto, aquella estética, la de la música viva. No en panfletos, sino en la práctica. Escucharle dar clase es siempre un placer. Empieza siempre por las preguntas. "Dime algo sobre esta música", "¿Qué te dice, qué quieres hacer con ella?" Y siempre el silencio, casi siempre el silencio. Entonces viene lo misterioso, arranca del título, de la forma, de la historia de la forma, y allí encuentra las ideas que lo resuelven todo, que lo aclaran, que abren la obra, la desvelan, la hacen nítida. Y una vez aclarada, sólo queda tocarla, hacerla humana. La clave, la aclaración, no vienen siempre de la forma, a veces vienen de la primera frase del contenido humano de esa frase, a veces simplemente del contenido musical, a veces de una armonía que lo va a significar todo, que va a estar desde ese momento en el núcleo de la obra. A veces todo viene simplemente del "story telling", a veces un recuerdo a otra obra, una imitación a la voz, al oboe, al fagot, unas veces es un desespero, otras un equilibrio frío, de marcha. En eso consiste la maravilla de Richard; la facilidad con que de manera concreta, en cada obra concreta, es capaz de encontrar la pista que nos permita acceder al sentido final de una obra. Tengo siempre la sensación de que esas pistas no son inamovibles, que tampoco son necesariamente verdaderas, que valdrían otras, incluso pistas falsas (aunque no serían, en ningún caso, pistas falsas), si pudiéramos organizarlas de modo que fueran generadoras de otros sentidos. El gozo de la reflexión. En esta marea de falta de ideas, de acción, de práctica y economía, un oasís. Gracias, profesor Egarr, que disfrutes de la nueva plaza en el Conservatorio de Amsterdam. El afortunado será, esta vez, el pianoforte.

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