viernes, 2 de noviembre de 2007

El Gálata y el gran Bazar

Siempre pensaba en el Gálata, el barrio antiguo de griegos, de armenios, de judíos. El Gálata era el otro Estámbul, separado del del otro lado por el cuerno de oro. Este, el Estámbul de los fieles, aquel, el gálata, el de los infieles, el de los "francos", mercaderes occidentales; genoveses, venecianos, holandeses y franceses. Ese era el Gálata, más alla del puente, junto a la torre que Mehmet III convirtió en parte del símbolo de la Constantinopla por fin otomana, en 1453. La torre, junto a Sta Sofía, convertidas por el turco en símbolos propios. El Gálata, expresión de la tolerancia del Islam, de la tolerancia del turco. La existencia del otro junto a uno, aún localizándose más allá del puente. El espacio para aquellas actividades que el turco consideraba de menor valor; desempeñadas por todos estos grupos, de los cuales, lógicamente, el que salió más favorecido fue el sefardí, emprendedor y sabio. El trasiego sigue siendo el de otro barrio. Al otro lado del puente, aún en Sultanhamet, se encuentra el mercado de las especias, un poco como el mercado central de Cracovia, cerrado, lleno todavia, de un modo probablemente más turístico que otra cosa, de especias, tés, y dulces de todas clases, un espectáculo para enamorar la vista. Empieza detrás de la Yeni Cammi, junto al mercado de y material de flores. Y, a partir de allí, ya siempre hacia arriba, lleno de puestos de todo tipo, especialmente de telas, con un movimiento de mercado no sólo turco, sino probablemente árabe, se llega al Gran Bazar. Cerrado, como una ciudad dentro de la ciudad, en el que proliferan de nuevo los comercios de alformbras, de tapices, de cojines, y de cerámica pintada. Azulejos y platos, sobre todo. la tradición de Iznik, pero no sólo. También de otros lugares de Turquía. También hay puestos para vestidos y ropa original, de diferentes regiones, y también telas, joyería, y todo tipo de baratijas. Hay lugares para tomar té y café. Un Gran Bazar que data del siglo XV, que ha sido objeto de amores y mitos, de incendios y robos, un Bazar que en el XVII, y aún hoy, tenía ya dieciocho puertas, sesenta y siete calles denominadas según los oficios, más de tres mil comercios, mezquitas, fuentes y corredores abovedados. Hay sitio para todo en el gigante Gran Bazar, en el que uno se pierde sin remedio hasta que empieza a reconocer sus calles. Todo eso queda a este lado del puente del Gálata. Al otro está el trasiego del Gálata. El mercado de pescado, muy parecido al de Sultanahemet, con sus puestecitos a orilla del Bósforo, que separa el Gálata del barrio de la Yeni Cammi. Están ellos y está también la locura de los ferrys, que simplemente cruzan el Bósforo, o que unen los barrios, que le llevan a uno desde Eminonu hasta las faldas de la Yeni Cammi sin tener que atravesar el puente, lleno a rebosar de pescadores individuales que no dejan ni un resquicio para asomarse, obstinados en pescar una especie de sardina. Y desde allí la gran pendiente hacia arriba, todo dentro del Gálata, hasta la gran torre, desde la que tenemos las grandes vistas de Estámbul. Sólo desde allí comprende uno la perfecta ubicación del Serrallo, la organización de las mezquitas de Sultanahemet, la paz del Bósforo unido al mar de Mármara, ve uno con claridad la llamada Punta del Serrallo, el cuerno de Oro, y observa, atónito, la infinita magnitud de la ciudad actual, que se pierde en el horizonte sin dar muestras de tener intención da acabar. Es, en todo caso, una visión apacible de una gran ciudad.


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