viernes, 2 de noviembre de 2007

Estámbul

Y entonces, nuestra Ítaca. La pregunta estaba en saber si se podía ir más allá de Troya. En un sentido, más literario, era imposible, muy a pesar de Dido, en otro sentido, mítico, no era difícil, aquello era Constantinopla. Y quizá el peso del nombre o el peso del mito hizo que, como siempre me ocurre con las grandes ciudades, Estambul no me entrara por los ojos, a pesar de aquel primer mercado de pescado junto a la carretera que, desde la entrada del ferry,conducía a Sultanehamet, el corazón de la ciudad, ubicado junto a la punta del Serrallo, precisamente donde se encontraba el Serrallo, el Palacio del Sultán; el palacio de Topkapi. Toda la viveza del mercado, mas los pequeños puestos y restaurantes en donde se podía degustar el pescado fresco al grill, los carabineros a la parrilla o al chili. Luego las terrazas en el entorno del hotel, con restaurantes, cafes de corte otomana, asientos bajos en el suelo y mucha pipa, y todo el corredor del pequeño Bazar, junto a la plaza que da a la parte de atrás de Sta Sofía, con los tapices, las alfombras y la ceramica de platos y azulejos pintados a mano según los motivos otomanos, según las imágenes y las figuras que se encontrarían en las maravillosas paredes del harén del Serrallo, el gran mito de verdad del Oriente turco a partir del XVII, decoradas con azulejos en azules y rojos, con motivos florales, tulipanes, granadas, y el árbol de la vida, idea de la gran genealogía que fundaba el primer Sultán otomano, Osmán. El Harén, no como depósito de concubinas, idea simplificada la máximo en occidente, sino como espacio íntimo, dividido en el área de los eunucos, vigilante y guardianes del harén, del orden del harén, en área de mujeres, niñas traídas de todas partes para ser educadas y formadas, no sólo en formas y costumbres, sino cultivadas en el saber, la danza, la música, y las artes, para poder llegar a ser madres del Sultán, preferidas de este, o esposas de los hombres mas importantes del Estado. Y luego el espacio de la madre del Sultán, verdadera regente del lugar, y el espacio del Sultán. Todo en el interior del palacio, como un subpalacio interior, donde la decoración de las paredes, en azulejo sobre todo turquesa y rojo, daban de verdad la impresión de espacio íntimo. Y luego el palacio, con sus cuatro patios, la puerta de la felicidad, donde se iban coronando los Sultanes, el tesoro del Palacio, desde la famosa daga de Topkapi y el diamante del cucharero, hasta todo tipo de tronos, vasijas, adornos y orfebrería, rebosantes sobre todo de esmeraldas, rubíes, y diamantes, mas según la idea previa de Persia que de Turquía. Y luego el Paralamento, el Diwan, con una idea arquitectónica conceptual, basada en la transparencia del justicia, con el acristalado de las paredes. Eso y las grandes cocinas, gigantes naves cupuladas, con una ingente cantidad de porcelanas chinas, como para morirse del gusto. Todo eso y mucho mas es Topkapi, el Serrallo, el gran Palacio, el centro de Estambul, el centro real del imperio otomano. Pero Estambul es todavía mucho mas que eso. Estambul es también el Gálata, el gran bazar, Sta Sofía, la mezquita azul, los Hammams… 0 comentarios

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