jueves, 9 de diciembre de 2010

WILDLIFE PHOTOGRAPHER OF THE YEAR. BBC. Arties. Valle de Aran. 7 de Diciembre de 2010.

Al entrar en la Ermita de Arties y ver las primeras fotos se da uno cuenta enseguida de que la exposición no es ninguna minucia. Que va en serio. Va uno a ver fotografías de naturaleza, de vida salvaje. Conviene pensar primero cuál es el horizonte de expectativas. ¿Qué esperamos? No es sólo esa la pregunta, sino más bien, ¿qué es para nosotros la naturaleza? De ese horizonte va a devenir, sin duda, nuestra valoración. Pero la ingenuidad de ese horizonte de expectativas no es, valga la redundancia, ingenuo: esta creado, básicamente por el National Geographic y la propia BBC. Así que encontraremos imágenes inaccesibles, claro. La mayor parte de las de esta exposición lo son. Nos enseña lugares, bichos, que no podemos ver. ¿Es suficiente?, me pregunto. La inaccesibilidad. ¿Es un valor, acaso? Es cómo preguntarse si el caviar es rico sólo por el hecho de ser escaso. La otra cara del horizonte de expectativas del jurado es sin duda, la belleza. ¿Es bella la naturaleza? Que lo sea o no es sólo una posición, en todo caso no es ninguna verdad. Y luego está la cara salvaje; la muerte, la supervivencia, la dominación, la defensa del territorio. Otro gran tema que aparece sin parar por las paredes de la ermita. En algunos momentos aparecen imágenes que nos remiten a otra pregunta: ¿supera la naturaleza al arte, o viceversa? Estas imágenes, de las que sólo recuerdo tres: una bandada de pájaros a baja obturación dejando un trazo en el cielo, una libélula en primer plano con un fondo de sombras y nubes digno de los mejores movimientos plásticos de la abstracción, y un árbol casi fuera de toma dejando una grieta en la nieve. Esas son las fotos que más me interesan…o casi las que más me interesan. Porque, apenas tratado, hay un tema mucho más necesario, con mayor alcance, que la mera búsqueda de lo no visto: la relación del hombre con la naturaleza. Y en ese temas tenemos tres fotos; un leopardo indiferente a la cuadrilla del safari, haciendo ascos al cliché de naturaleza salvaje, unos monos jugueteando con unas tuberías, y, sobre todas (desgraciadamente no tengo la imagen), la mirada alucinada de una criatura, tratando de reconocer en la huella humana (de zapato) un indicio de algo. Su incredulidad es el quicio entre la cultura y la biología, el quicio entre esta “locomotora desenfrenada” y la vida “natural”. Y el vínculo entre la mirada de un fotógrafo – hombre y las criaturas de dios. Esa extrañeza, en la que el extraño es el hombre, es la que encierra la verdadera pregunta de cómo debemos acceder a la naturaleza, de cómo debemos comprenderla, respetarla. En ella, en la que el fotógrafo consigue retratar la mirada propia, la mirada del “otro lado”, y el mundo de este, es donde más significantes artísiticos encuentro. Es en ella en donde la fotografía se hace honor a sí misma. Donde recupera su espacio entre las artes. Esa, y no otra, es mi foto ganadora.

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