jueves, 7 de noviembre de 2013

MOLDEANDO VOLUNTADES



  En el año 1951, el gobierno de Estados Unidos subvencionó uno de los proyectos de investigación más controvertidos del siglo XX. Con el fin de utilizarlo para fines militares, encargó a un grupo de profesores universitarios, entre los que se encontraba el tristemente conocido Ewen Cameron, un estudio sobre los efectos del aislamiento sensorial y sus efectos sobre la voluntad. Querían modelar la voluntad de sus víctimas para sus propios beneficios. ¿Por qué quiero hablar de esto, aquí, hoy? Una de las cuestiones legalmente tipificadas y admitidas, no sólo por el código, sino por el sentir general de la opinión pública, es la idea de voluntad como entidad sacralizada, pura, definitiva. “Lo hizo porque quiso”, “lo hizo en contra de su propia voluntad”. Sin embargo, por lo que se deduce de estos estudios, la voluntad no es un estado de cosas puro, sino una criatura moldeable, incluso en adultos. A nivel filosófico esto nos plantea una pregunta fundamental: ¿podemos disminuir o incluso anular la responsabilidad de una decisión volitiva cuando esa voluntad ha sido “manipulada”? Si la respuesta, evidentemente, dista mucho de ser, de forma determinista, afirmativa o negativa, sí debe, en todo caso, formar parte de la ecuación evaluativa, tanto desde el sentido común, como desde el punto de vista legal. Es  más, me atrevería a afirmar que cualquier conducta dirigida a producir aislamiento sensorial (o social) debería ser tipificada, sea este aislamiento provocado para cualesquiera fin al que se destine. En el caso del ejército y sus fines militares, conseguir confesiones firmadas o incluso escritas de propia mano era uno de los objetivos primordiales. Desde aquellos años, el ejército de los Estados Unidos (como pionero), y muchos otros ejércitos internacionales, han utilizado estas técnicas. El caso paradigmático es el caso de los presos de Guantánamo, sometidos a un aislamiento cruento, sin haberse podido demostrar, en la mayoría de los casos (si no me falla la memoria sólo en tres casos) ninguna vinculación con hechos terroristas. Pero si traigo aquí la reflexión sobre estos procesos, es para ponerlos en relación con el caso Viseras. Uno de los mecanismos de control del entrenador Carballo era, como todo el mundo reconoce, incluso él, llamándolo “concentración”, el aislamiento, en este caso social. Se me podría objetar, y con razón, que desde el punto de vista científico, no podemos extrapolar los resultados de un estudio sobre el aislamiento sensorial a un caso de claro aislamiento social. Pero, ¿es posible disociar el aislamiento sensorial del social? ¿es la pérdida de la voluntad una consecuencia del aislamiento sensorial exclusivamente, o, más bien, de un aislamiento social, que es, en verdad, la consecuencia de aquel? No creo que haya ninguna duda sobre la estrecha vinculación de ambos mecanismos, indisociables. De manera intuitiva, el criminal los conoce a la perfección. Y para los defensores de las bendiciones infinitas a ilimitadas de la voluntad, quizá sería necesaria una reflexión mayor sobre los componentes que la moldean, para observar como pederastas y manipuladores de todo tipo (también políticos y económicos) hacen de nuestra voluntad un territorio propio, para luego dejar a nuestras espaldas una responsabilidad que ya, desgraciadamente para nosotros, no nos pertenece.  

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