miércoles, 26 de octubre de 2016

BORRELL Y LA INTELIGENCIA NACIONAL



  De alguna manera, antesdeayer, día 23 de Octubre, cae "el bloque socialista". Y la teatralidad de este juego de poderes dividido, que se veía venir y que ha ido dando pasos identificables de antemano, nos recuerda en cierto modo al rey Lear. Quizá falte un tercer hermano para que la guerra estalle por todos lados y las tierras se pierdan por completo, pero ya saldrá. En los mundos divididos no tardan en proliferar candidatos. En todo caso, dejando a un lado el llamado Juego de tronos por Borrell, lo que realmente me preocupa del hecho y las evaluaciones posteriores, es el periodismo de este país, que es el verdadero forjador de opinión, el gestor del estatuto de verdad. No indagaré en las formas de gestión económica externa de dichos medios, de sobra conocidas por todos, sino por los últimos contenidos de estas. Me preocupa el último eslabón. La actualización del periodista. 
 En este país, desde hace ya demasiado tiempo, el periodismo es cosa de partidarios y detractores, el ejercicio cotidiano del insulto, el acorralamiento, la desautorización, la puesta en escena del ridículo, y el establecimiento de preguntas sin ningún contenido o sin ningún sentido, que exigen una posición a favor en contra, un sí o un no, y que, en la mayoría de los casos son incontestables por absurdas. Es un “periodismo de posición” que sigue la misma idiocia que impera entre la clase política: el slogan, las palabras emotivas que carecen de contenido, y la actualidad. Lo que importa es lo que se diga hoy, la reacción caliente ante eventos que nunca nadie se dignará en aclarar, y que nunca nadie conseguirá entender, aún posicionándose en el lado por el que siente, vamos a decirlo a sí, más simpatía. El periodismo es hoy un generador de simpatías o antipatías. Así se crea la opinion de un país. 
 Entonces aparece Borrell, tras la caída del "bloque socialista" apuntada en las primeras llíneas, y todo el mundo dice que sus intervenciones son brillantes. ¿Brillantes? ¿Por qué brillantes? Borrell, en la mayoría de sus intervenciones, lo único que hace es una cosa: explicar las cosas, sencillamente. Cosas a las que quizá nadie preste atención, preocupados por gestionar sus simpatías, pero ajenas a ninguna brillantez. Simplemente muestra hechos, aporta datos, reflexiona en voz alta, se preocupa por determinados temas. ¿Es esto brillante? En absoluto, señores. Lo que nos debería preocupar es que esta sea la consideración de la brillantez. El desierto intelectual y humano, periodístico, en el que nos movemos. ¿Es que nadie se había preguntado las preguntas básicas? En el periodismo esto es así. ¿Hay algún periodista que quiera de verdad saber, que consulte a expertos en el tema, que contraste no opiniones a favor o en contra, sino especialistas? Aunque los hay, son muy pocos.
 Imaginemos que la política es ahora la medicina, comparación que quizá nos podría valer. Ana Pastor entrevista a uno de los aspirantes a médico y le pregunta: ¿Ejecutará usted la eutanasia? o ¿administrará usted paracetamol?, ¿sugerirá usted cirugías en la hernias de disco lumbares? El aspirante a medico vacilará, claro, y ella insisitirá, ¿si o no, señor aspirante? ¿Y cómo lo hará? Así irá toda la entrevista, mientras Ferreras, a pie de cama, dirá: “bomba informativa, al paciente le ha bajado la tension a 7". Nosotros, absortos, no daríamos crédito. Pero es exactamente lo que nos hacen en la política, aunque quizá pensemos que la política es algo nuestro, de todos, y que todos tenemos derecho a opinión. Pero habrá más, en algún debate, Inda dirá que el aspirante a médico aplicará la eutanasia y la cortisona sin analgésicos previos, y el Marhuenda dirá que el aspirante abrirá un banco de sangre para hacer negocios con los hemofilicos, además de decir que dicho aspirante defenderá la actividad física y dejará de hacer radiografías en caso de dolores lumbares agudos. A la audiencia esto le parecerá atroz, dejar de hacer radiografías en dichos casos, aplicar la eutanasia, hacer negocios con la sangre ajena. Este juego de ciencia ficción , inverosimil, absurdo, cómico, no dista ni un milímetro del que sucede en el debate político en el periodismo actual. Todo debe ser rápido, actual. Pero el aspirante a médico debería preguntarle al periodista antes de contestar: ¿Qué edad tenía el paciente? ¿Dónde, cómo, y con qué frecuencia le dolía? ¿Con qué actividades? ¿Le despertaba el dolor por la noche? ¿Había tenio algún accidente? ¿Tenía una evolución progresiva? ¿Había sido operado o ingresado anteriormente? ¿Por qué causas? ¿había perdido peso? ¿Alguien en su familia había sufrido alguna enfermedad parecida? ¿tomaba el paciente alguna medicación? ¿fumaba? ¿hacía habitualmente actividad fisica? ¿le habían hecho pruebas? Llegado a este punto la periodista se habría enfadado. No tenían tiempo para todo eso. Pero, en el hipotético e inverosimil caso de que le hubiera contestado, el aspirante le habría dicho qué cosas se podrían analizar, para luego establecer “opciones” de tratamiento que habría que discutir con el paciente (en ultimo término el que eligiría una de ellas) que habría que cotejar a lo largo de su evolución para ver si podría resultar la más beneficiosa de todas. La voluntad final: la mejora del paciente.
 Así debería ser la política y el periodismo, si no queremos que este país caiga en la pobreza que haga brillantes a los que piensan cosas básicas. Incluida la voluntad final, la mejora del ciudadano, el que no trabaja, el que no duerme bajo techo o el que no puede accede a servicios asistenciales. Lo demás, basura. Audiencia. Un número. Una cantidad significativa de idiotas. Nosotros.



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