Hay varias
razones por las que me apetece hablar de esta puesta en escena, que constó de
dos textos encadenados; “Encantado de no conocerle”, de Getsemany Valenzuela, y
“Lo bueno de las flores que se marchitan pronto”, de José Sanchís Sanisterra.
El grupo “Caín” ha sido capaz, en esta obra, en primer lugar, de llevar a la
escena (y fuera de ella), una idea del teatro como representación total, en
segundo, de establecer vasos comunicantes entre dos textos diferentes, y en
tercero, de mantener esa filtración, casi como isotopía, entre el escenario y
el afuera, y entre el interior de la escena y el exterior de la escena. La idea
de representación total, que ha sido anhelo no sólo de dramaturgos, sino de
pintores y músicos sobre todo durante el expresionismo y en la época de
vanguardias, fue llevada a cabo con una sencilla escenografía que marcaba, como
si fuera una intervención en el espacio arquitectónico, las líneas que
conducían a la taquilla, y al escenario. Esa línea, metaforizada en un concepto
filosófico de falta de autenticidad individual, acababa convirtiéndose en el
eje de la puesta en escena de la obra de José Sanchís, mucho después de que los
espectadores hubieran de permanecer a la espera, de forma premeditada,
guardando cola en la más estricta de las linealidades. La “butacalización”,
acto por el cuál cada uno ocupa su butaca, se hizo como parte de la actuación,
y la “desbutacalización” siguió el mismo procedimiento. Para que el segundo de
los puntos, la comunicación entre textos, fuera posible, los participantes del
segundo texto aparecían, como en una foto, observando la primera escena. Uno de
los personajes de esta salía del escenario, abriendo el espacio hacia el
exterior, mientras que la segunda se ponía a la cola en la segunda de las
escenas. La solución de continuidad, el cisma, quedaba resuelto sin renunciar
al “afuera”. Una maniobra mágica. Para que el vaso comunicante “filtrara” hacia
el público, se establecieron distintos planos de trabajo; en primer lugar, el
ya mencionado del público como parte de la escena, en la entrada y en la
salida, en segundo, la salida de los actores hacia el espacio del espectador,
con los cuales se mezclaban una vez abandonada la escena, y, por último, la ya
mencionada interacción experimental, basada en una identificación múltiple
basada en los significados metafóricos del concepto “línea”. Para conseguir sus
objetivos, el grupo renunció a establecer el nombre de los textos y a sus
autores en los carteles de anuncio, democratizando la acción en cada uno de sus
rincones, liberó a la escena de todo artificio, y, con una sencillo banco, una
línea, y una penumbra, se dedicó a ofrecernos Teatro con mayúsculas bajo el
prisma de esa idea de Nabokov: “En los detalles es en donde germina y vive el
verdadero hecho estético”.
Señor Santiago,
ResponderEliminarRuege mis disculpas ante la demora, pero como usted bien sabe, cada cosa tiene un tiempo y el tiempo, su cosa.
De parte de todo el elenco actoral y demás participantes de la obra, queremos agradecer su inmejorable presencia como espectador y su exquisita crítica. Nos sentimos alagados por la misma y agradecidos por su dedicación.
Atentamente.
La directora.