domingo, 3 de diciembre de 2017

Carta a María Pastor

María, hay algo delicioso en tu intervención (desde todos los ángulos) en el efecto Shinkansen. Tu personaje es un personaje arquetípico de la literatura; detrás de todos esos papeles está la idea de Robinson Crusoe, claro. No todos los personajes de los fragmentos son robinsones, pero ese personaje María Pastor que además coincide curiosamente con María Pastor, en un plano más abstracto, si quieres, lo es. Es difícil navegar en esas aguas. Con esas olas. Muchos no hubieran salido de casa, esperando aguas más mansas. Pero tú eres como esos hombres de Arán, “este es tu asunto”. Esa es mi primera enhorabuena. La segunda tiene que ver con una idea de teatro que no debiéramos menospreciar, y que necesita un espacio (unas condiciones) particular. Su actualización requiere menos metros. El horizonte de expectativas de este “lector” de teatro debe ser fiel a una compañía. A unos actores, a un actriz. Como en el siglo de oro. Recupera esa tradición y exige un conocimiento. De lo interpetado, pero también de las condiciones de esa interpretación, lo que nos lleva, ineludiblemente, a un conocimiento de tu historia (al menos de tu historia con respecto al teatro). Cuando terminó Tres hermanas, después de haber ido a tres funciones y seguir aún fascinado por los ecos de esa lectura vuestra de Chejov, fuimos a verte a la Dama del perrito. Al terminar, estuvimos hablando con tus padres y quisimos ir a saludarte. Tú estabas llorando en el backstage (la lágrima de Masha). Ese llanto sordo unido al devenir de Guindalera está en la memoria del espectador y añade los significados necesarios a esa confusión romántica entre personaje y persona que está en la tensión lectora del Efecto Shinkansen. Ese teatro sólo es posible en este formato; otras formas de organizar las compañías, de hacer o vender el teatro, de gestionar las salas, no permiten estas lecturas, y no permiten, por tanto, este teatro. Es privativo de esta forma, a pesar de pases tan poco llenos como el del viernes. Así que tienes (o tenéis) en la mano un teatro único. ¿No es para dar saltos de alegría? La tercera enhorabuena es personal. Como decía Juan Diego Botto el otro día refiriéndose a lo que han hecho, sobre todo, las madres de Mayo reclamando justicia (una justicia mucho más necesaria que la justicia artística, no lo olvidemos), “lo imposible sólo tarda un poco más”. Esperamos estar cerca para ir viendo como aparece.

 Con admiración.

P

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