martes, 13 de abril de 2010

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER. Haruki Murakami, Tusquets. 2010.

No encuentro mala idea la proposición inicial del libro. Es cierto que, como en el título de Carver, los significantes aparentemente más sencillos encierran, una vez que el pico pica por primera vez, en el exterior, una laguna de connotaciones mucho mayor que la de las denotaciones. Pero desde allí me tambalea la duda. ¿Debo dejarme seguir por el entretenimiento de Murakami? ¿O rebelarme contra la aglutinación de obviedades y Topoi conocidos? Hay un juego paralelo entre el correr y el novelar. Cierto. No es nada nuevo, y, desde luego, los vasos comunicantes no son Las Palmeras Salvajes. ¿Se propone Murakami romper la idea de la separación entre cuerpo y alma? ¿Quiere sumarse a propuestas holísticas entre lo artístico y lo físico, entre lo intelectual y lo biológico? Me pregunto si el espacio de esta escritura no es sino un homenaje a la carrera, al footing, del mismo modo que pudiera hacérselo a su sombra, o sólo un encargo de editores con ánimo de lucro. Mi conocimiento de los textos de Murakami llega tan sólo a los relatos cortos de After the Quake, y de Birthday Stories, que leí en las ediciones inglesas revisadas por el propio Haruki. Así que no conozco sus novelas. Eso es obvio. Pero tampoco me parece prioritario. Él se presenta con la imagen del corredor de fondo, el novelista - corredor de fondo, de fibra roja. El anti Edgard Allan Poe, el anti Baudelaire. Pero se presenta también con alguno de los atributos de estos; con una cierta misantropía. Una misantropía concreta, a la cuál le ayuda la actividad individual; el correr. Le permite estar sin estar, y sólo relacionarse más allá del telón del estatuto de la ficción. Supongo que se dispone a sí mismo en el teatro de la narración de un modo exagerado, pero aquello no me da más que una información: hay, al menos, dos tipos antagónicos de humanos. Pero no hay reflexión más allá, no hay resolución del enigma, no hay preguntas dirigidas. Por supuesto, de otro lado, el correr le permite reflexionar sobre la escritura, no sólo a través de la reflexión, sino a través de las vivencias paralelas. Tampoco es una idea como para quitarse el sombrero. Hay un cierto Delfos en la actividad de la carrera, claro, una vía de conocimiento. Pero que sea privativa de una actividad así, no es el caso. Tampoco él lo presenta de esta manera. En definitiva, entretiene más que reflexiona, quizá para los que no conocen nada del mundo de la carrera, quizá para los que, como yo, buscan un alma gemela, capaz de disfrutar en el mismo grado un texto y una sarta de kilómetros bajo los pies. A su favor diré que me entretuvo y me ayudó a mi propia reflexión según se acercaba la media maratón de Madrid, alrededor de la cuál Murakami iba escribiendo el contexto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario