jueves, 13 de enero de 2011

AGUIRRE






  Lope de Aguirre. Me pregunto el porqué del interés de Werner Herzog por tamaño personaje, y creo encontrar algunas metáforas, hijas del exceso de interpretación que tanto detestaba la Sontag, pero metáforas, al fin y al cabo. Si hubiera querido hacer una película sobre un loco enfermo de egocentrismo, ansias de poder, y suficiencia, podía haber escrito él mismo el guión, o haber hecho una película sobre algún personaje de esos que vagabundean por la historia. Sin embargo, elige un personaje histórico, real, y un episodio también real, la expedición de 1560 en busca del El dorado, dirigida por Pedro de Ursua. Aunque no respeta todos los acontecimientos históricos, si deja pasar el carácter sanguinario de Aguirre, hacia propios y extraños, únicamente guiado por el capricho y su ambición; encontrar El Dorado. Su insurrección histórica sólo evitó un estamento: a sí mismo. Se rebeló contra su propio comandante y contra la corona española, negando la autoridad de Felipe, entonces representante de la corona española. Sí, sí, todo esto esta bien, pero ¿por qué elige Herzog a Aguirre? en la época hay personajes mucho más interesantes; Blasco Nuñez Vela, por ejemplo, que trataba de establecer "leyes nuevas", que protegieran y liberaran a los indios.
 ¿Es posible, me pregunto, la aparición de un personaje como el de Aguirre en un contexto aislado? La respuesta me parece rotunda: imposible. La corona española interpretó el descubrimiento de las Indias como una conquista, y la Iglesia como una evangelización de la verdad (la suya). A ambos les movían las mismas cosas que movían a Lope de Aguirre; una extrema ansia de poder, que no entendía de fines sino de medios, y la creencia inaudita de que sólo uno mismo posee la verdad de las cosas, que uno, individuo o Reino, está destinado por Dios para acometer lo que está acometiendo. Creo que Aguirre es una metáfora de eso más que un análisis individual, creo que Aguirre no se refiere sólo a la conquista española, sino a la forma que toma la individualidad cuando los valores u los objetivos del Reino al que pertenece y por el que trabaja o lucha, son los ya nombrados; la falta de respeto por la vida humana, la creencia en una verdad única y propia, y, sobre todo, el ansia de poder.
 Magnífica, vista hoy por primera vez, treinta años después de su creación, me llena con la frescura de las grandes cosas. Me lleva por la poesía alemana del XIX, bosques en los que sólo hay locura y hay muerte, y por el "Heart of darkness" de Conrad, cuyo latido, al final del camino, es también inaudible.

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