jueves, 5 de mayo de 2011

BIN LADEN Y EL PARAÍSO PERDIDO

 Hay algo en los humanos que está en la raíz más fuerte de su naturaleza; la necesidad de narrar, en todos sus sentidos. Inventar historias para explicarse a sí mismo y a su pasado, y contar historias. Desde aquellas tablillas de Gilgamesh y del Enuma Ellis, pasando por las diversas recensiones de los textos de Oriente, hasta nuestro Homero y ya directamente a Borges. Pero como todas las cosas del mundo, la narrativa está más donde no parece estar. La literatura es el espacio oficial de esa narrativa. Por otro decir; un espacio acotado, controlado, "despeligrosado". Muerto al fin. Porque desde Zarathustra los hombres necesitaron buenos y malos, días y noches, y casi ángeles y demonios. Por supuesto que el cristianismo, como no otra cosa que la narración más influyente de la historia, lo elevó al infinito, y la Edad Media nos encontró con todos esos esquemas ocupando la vida. El Romanticismo y la Modernidad se llenaron la boca de ellos mismos, y parecían haber escapado de todo aquello, alcanzando “otra” realidad. Sin embargo, aunque los espacios han cambiado, la verdadera literatura de la vida de este siglo ocurre en la calle, en los esquemas de pensamiento que, ocultos en sí mismos, nos hacen pensar de nuevo pensamientos de siempre, con buenos y malos, ángeles y demonios. El mundo, la narración del mundo, necesita, más que de Bin Ladenes y de Sadames Husseines, la creación de estas figuras. Necesita la amenaza, y considerar al mal como algo encarnado. Hacerlo concreto. Y necesita la liberación, la catársis que provoca la victoria del bien sobre el mal. Necesita ejecutar Sadames y Bines.  Pero no lo necesita en el espacio de la realidad, sino en el espacio de la narración. En la práctica, la realidad no puede cambiar. En el seno del imaginario, en nuestra mitología, puede cambiar mucho. Que Bin Laden haya sido muerto o asesinado, que sea verdadero o falso, no es una pregunta importante. Lo que nosotros necesitamos es la historia, y esa historia ya está inventada, escrita y contada. Para nosotros, el mal ha muerto. O eso creemos y queremos creer.

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