viernes, 13 de agosto de 2010

Fenando Renjifo. El Exilio y el Reino

FESTIVAL CITEMOR. Montemor O’Vehlo, Portugal, 6 y 7 de Agosto.


Llegamos a Montemor cuando el castillo campaneaba al crepúsculo. No mucho después entrábamos al maravilloso espacio en donde se iba a desencadenar la serie del Exilio y el Reino. En mi caso entraba sin ideas previas a aquella ruina tan bien convertida en escenario. Sin saber qué podía encontrarme. Al día siguiente, una vez repetida la trilogía y avanzada la madrugada, me encontraba mucho más enredado en preguntas que lleno de significados estéticos. Según se van aposentando las mañanas, veo aparecer una claridad, y recupero las emociones. Pero es necesario abandonar este impresionismo para ofrecer la vista del claro. Allá voy.
Una de las primeras prguntas, incluso antes de acceder a ese espacio intangible que normalmente se denomina “propuesta”, es la bien obvia de “¿Por qué estas tres obras, “El Lugar y la Palabra”, “Impromtus”, y “Tiempos como espacios”, es una trilogía?”. He oído en los pasillos y en las bambalinas loas al conjunto como conjunto. Pero no razones. Quizá equivocado de antemano, necesito encontrar las razones. Creo tenerlas. Unas, las mías. Creo, además, que hay una cierta coherencia con el título, y creo además, que funcionan en diferentes planos, con éxito.
Llamaré a esas razones, a esa razón, “la historia dialógica”.
En un plano formal, la estructura de las obras, de las tres obras, es claramente dialógica. En plástica o fotografía estaría compuesta en dos bandas entre las cuales se hallaría un muro permeable. En la primera, la conversación interferida, grabada y proyectada, “dialoga” con los versos de Gamoneda y con los textos del “Prólogo a la historia de los Reinos de taifas” y de “El collar de la paloma”. En la segunda, “Impromptus”, el trazo del movimiento de Renato, “roturando” el espacio (término de Derridá, que viene al dedillo), dialoga con el sonido del trazo de Marta, “roturando” el papel. En la tercera, el diálogo en ¿nigeriano? entre Pituá y Beto dialoga con los textos poéticos de Fernando, dichos, leídos. Funcionan como vasos comunicantes, no hay una dialogia directa. Sólo en Impromptus se produce de forma más directa.
Hasta aquí no hemos descubierto nada, sólo hemos descrito. Porque ¿cuál es el significado de ese diálogo, qué espacio significante transporta? Creo que hay varios “desplazamientos”, por llamar de algún modo a la creación de significados. En primer lugar, niega la univocidad. No existen significados unívocos. El contexto, el espacio de relación, es fundamental para dotar de significado. La periferia connotativa adquiere mucha más importancia dentro de la semiología. La verdad “en sí” se debilita, las concepciones ontológicas decaen, y el individuo se convierte en “individuo en relación”. A nivel político las consecuencias son inmediatas. La desaparición del elegido y la aparición de un espacio público no “en el que se busca la verdad”, sino que “es la verdad misma”. Una verdad que es dialogada, no fija. Una verdad que es probablemente más pregunta que respuesta. En ese sentido se desvelan también los demás planos constructivos de estas tres obras. En la primera, el diálogo es fragmentario, no “alcanza”, sólo “aparece”, “está”. Ya aparecen voces en libanés, incomprensibles para este espectador, y poesía. Son, en los tres casos, formas significantes desplazadas del discurso logocéntrico. En la segunda, el movimiento y el trazo no sólo se alejan de significados del lenguaje, sino que renuncian a toda referencialidad. Asumen lo más esencial de cada forma: el movimiento en sí (llámese ritmo o lugar en el espacio) y la traza del pincel (idem). En la tercera ocurre del mismo modo. Los actores hablan en un idioma ajeno al público, sin traducción. De ello nos llega la actio, el sonido, lo no verbal, lo expresivo, y los lugares que ocupan en un espacio escénico. Al otro lado, de nuevo, lo poético.
¿Qué soy?, me pregunto al salir de la primera obra. Soy mucho más que yo mismo, estoy hecho de historia, mi historia son los momentos compartidos, verbal y no verbalmente, con los otros. Mi materia es una materia comunicativa en la que soy barro modelado por lo verbal, lo no verbal, por el movimiento y el sonido, por todo lo que de poético hay en el mundo. “He sido con”, de ninguna manera "soy”. Creo que esta propuesta es radical, porque acaricia una motio interior, común; el amor.
Lo comunicativo lo es todo, pero las vías de esa comunicación han sido envenenadas por el tiempo. Conceptualmente, me parece intuir esta idea. Y, a pesar del razonamiento, digo “intuir”, porque más allá de todo lo dicho, estas obras no se ven, no se piensan. Invitan a reducir nuestra presencia racional para dejar espacio a esa parte nuestra capaz, si aquella desaparece, de percibir sin dificultad, a través de la emoción, de la intución, todo lo que la univocidad de un lenguaje logocéntrico ha ido acallando…

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