jueves, 1 de julio de 2010

Glühwürmchen


Lampyris noctiluca. Así se llaman.
Anochecía en el jardín inglés de München. Un inmenso paraíso. Después de cenar so ungesund wie möglich, volvíamos hacía Ludwig Allée, oliendo a noche y hablando de unas flores indias del Sureste, que durante un mes, sólo durante un mes, se apostaban en la puerta del jardín, para, cerradas durante el día, abrirse durante la noche. El olor era tal que Haiko se mareaba al olerlas. Eran como morfina olfatoria, como el canto de las sirenas que tentaron a Ulises. Pero luego desaparecían. Dejando una pampa, un desierto, una noche, dejando sólo la tremenda nostalgia que se aloja en la memoria. Hablábamos de esto cuando vi un Blühwürmchen caer, oscilando, entre las sombras. Después, en silencio, agucé la vista, todo se llenó de aquellas lucecitas verdes, que yo suponía lámparas en la noche. La noche llena de puntos verdes atravesando el jardín inglés de München. Y casi me pareció un sueño.

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