lunes, 14 de febrero de 2011

EGIPTO 8 DE FEBRERO

  Hay un sinfín de noticias que, como hace ya cuatro mil quinientos años, nos trae de nuevo Egipto. La gente, los egipcios, han logrado varias cosas. Una de ellas, la más y la menos evidente, ha sido mostrar en qué estado de hipocresía viven las instituciones internacionales: los gobiernos occidentales, europeos y americanos, y las teóricas instituciones del derecho internacional. Durante treinta años, sin enterarnos, Egipto ha tenido a un único presidente, un dictador, en realidad, que ha tenido a Egipto en estado de excepción (¡¡durante 30 años!!) para enriquecerse hasta límites vergonzosos incluso para quienes lo permiten. Sin embargo, los líderes internacionales (los mismos que ahora fingen ponerse del otro lado), que obviamente lo sabían, han mantenido relaciones amistosas con el dicho Mubarak, convirtiéndolo en invitado de honor desde Alemania a Estados Unidos. Sólo hay una explicación: los intereses económicos de Estados Unidos y Europa en Egipto. Así que la revolución egipcia no es sólo una revolución contra Mubarak, es contra el mundo, sin el cuál, ninguna institución o estado de cosas se mantiene. Durante años, hemos oído siempre al periodismo internacional, a las instituciones y a los gobernantes, llenarse la boca con la frase “derechos humanos” en determinados lugares (de sobra conocidos por todos), mientras muchos otros se nos mantenían escondidos. Si algo representa para los europeos esta revolcuión, es una sorpresa. Y que sea una sorpresa debería resultarnos indignante.
  Por otro lado, hay otro algo” que esta revolcuión ha logrado. Desde los sistemas monárquicos, feudales, pasando por los mecanismos de control del XIX mostrados por Foucault en sus análisis sobre el poder, hasta los sutiles mecanismos de control modernos, capaces de reducir al mínimo la capacidad de participación y de transformación de los ciudadanos de a pie en los procesos políticos, sociales y económicos de primera línea, decía que en esta evolución, habíamos llegado a creer que ya no quedaban opciones, que el miedo y la inacción, el control y la pobreza, nos habían vencido, anulado. Sin embargo, el mensaje de la revolución egipcia es un mensaje de esperanza, se logre o no el objetivo que busca: los mecanismos de poder tienen fallas, y son destructibles. Que  a nadie se le olvide.

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