viernes, 4 de febrero de 2011

LA PUTA Y EL GIGANTE. Teatro Lagrada. Jueves 3 de febrero. 21:00.


 Hablar de “La Puta y el Gigante”, me produce una satisfacción inenarrable. En las próximas líneas, en la medida de mis posibilidades, intentaré desentrañar esa emoción. En primer lugar (dejaré el final para lo esencial): el concepto de Teatro. Esta es la obra escrita e interpretada por un personaje real llamado Marco Canale, que habla en primera persona contándonos algunas de las pequeñas imágenes que dejaron las masacres y los asesinatos de Uribe (el Gigante) en Colombia, y los silencios de el periódico “el País” (la puta) sobre esas masacres y asesinatos. A los que se unen los (tambien silencios) de Vargas Llosa. Detrás, Canale cuenta encuentros con víctimas directas o cercanas de esos crímenes. Les da voz, les da cuerpo, les da realidad con la palabra. ¿Puede ser esto Teatro? Esa es la pregunta. Y no hay duda. Puede. La realidad supera a la ficción, y en la apuesta de Canale, la tematización teatral no es más que la puesta en escena de una realidad silenciada (inexistente) para el público que la escucha (hacer esa misma obra en alguna de las comunidades indígenas víctimas de Uribe no tendría sentido). Pero, en realidad, la apuesta es más ambiciosa que lo que parece a simple vista. Porque Canale no quiere hablar, en lo profundo, sólo de hechos, sólo de crímenes, sólo de personajes. Canale quiere hablar de un yo individual y de un yo colectivo amarrado por los miedos, incapaz de enfrentarse a una realidad terrible. De un yo agazapado, abocado a la inacción. El individuo inactivado, víctima de una pelea entre su miedo (instinto de supervivencia) y su razón (acción por lo justo). La parte menos anfibia del humano sujeta por la más anfibia. La justicia silenciada por la necesidad de sobrevivir. De ese individuo, que somos nosotros no sólo en Europa sino en una cierta América latina, habla Canale.  Nuestros mundos se han ido consolidando en buenas costumbres, y el grito, el golpe en la mesa, la queja, la crítica, se han convertido en antiestéticas. Son parte de la coacción, del organigrama del miedo. De esa tragedia interior (se odia al tiempo que se siente no-hacer) habla Canale, de la desaparición de una especie; del hombre justo, del hombre que tira una botella contra la pared ante los horrores cometidos a sus hermanos, que para Canale son todos; él es un argentino que grita por los colombianos. Cualquier otra combinación podría ser posible. Él es un argentino que desaparece, como todos nosotros, si no somos capaces de mover nuestros propios destinos como humanos, sino somos capaces de sentir los sentimientos de los otros. Si no nos desembarazamos de este miedo atenazante que nos hace desparecer. No es Canale un valiente. Su público es restringido, y se hace oír en espacios alejados de peligro. Él mismo lo sabe, y él mismo lo expresa. Es parte de la expresión de eso mismo, de esa desaparición de la que hablaba. Por eso mismo sufre su conflicto interior. Y por último, ¿qué temas necesita el Teatro, el discurso teatral? ¿De dónde provienen los materiales de la Inventio?¿Cuáles son los Topoi teatrales? No necesitamos retóricas, parece decir Canale, podemos hablar de la “mismita” vida, del “mismito” mundo en el que vivimos, del Teatro en el que unos matan, y otros callan. No necesitamos metáforas ni alegorías, necesitamos (el Teatro moderno necesita) nombres y apellidos.  Dice Canale: “Hay demasiado dolor para hablar de eso”. Me atrevería a decir lo contrario: “Hay demasiado dolor para NO hablar de eso”. Gracias, Marco, por el agua, béndita seas, Catársis.

1 comentario:

  1. para mi Marco es un hermano y tb un maestro! me alegro leer algo tan intenso y sentido respecto de su obra...la leí pero no lo pude ver en acción.

    en él todo es así, entrás de una manera y definitivamente salís de otra.

    beso

    ResponderEliminar