domingo, 31 de enero de 2010

FEDERER Y LA CONTINUIDAD

Ha ganado Federer, de nuevo. Esta vez en Australia, un año después de las lágrimas ante Nadal. Hay algo que me congratula en las victorias del suizo. En estos últimos años en los que Nadal ocupaba las grandes esferas, muchos han sido los comentarios que han dado por muerto al suizo. Siempre he pensado que cómo era posible: en estos dos años, Federer ha jugado TODAS las finales de Grand Slam, o sea, ocho, de las cuales ha ganado cuatro. Ahora se empieza a enterrar a Nadal, ya número cuatro, pero el mancorí ha jugado un tenis excelente, contra jugadores excelentes, contra los que siempre se puede perder. Y, no me cabe duda, volverá a ganar. El problema es del mundo en que vivimos. La paciencia ha desaparecido, no somos capaces de establecer proyectos firmes y fiables, a velocidad de crucero, porque “no tenemos tiempo”, hemos perdido la perspectiva, lo vemos todo de golpe, aquí y ahora, y, si no nos sirve, lo tiramos. Compramos ropa a machetazos y la tiramos en cuanto cambia el tiempo, contratamos trabajadores baratos y jóvenes, y los despedimos en cuanto adquieren la capacidad para crear algo estable, continuo, en cuanto nos cuestan dinero. Nos casamos y nos divorciamos haciendo uso del “express”, construimos casas y coches de baja duración, de usar y tirar. Eso sí, muchas y muchos. Nuestra literatura, nuestra música, ha desaparecido un año después, de las librerías, y de nuestra memoria. Odiamos lo difícil y lo laborioso. Alabamos la “facilidad”. Nos cansamos de nuestros ejercicios diarios, de nuestras dietas, de nuestros sueños. Huímos de los grandes proyectos por largos, y, de paso, de los grandes sueños. Hemos hecho nuestra la premisa de que es imposible cambiar. La voluntad se ha convertido en una palabra cursi, hortera, reaccionaria. Trabajamos lo justo, que es lo mínimo, porque “total, nadie lo va a valorar”, se premia la estupidez, la ocurrencia ingeniosa e idiota, más que el trabajo bien hecho, más que el orden. Por eso, es normal que nos apasionemos por Nadal al mismo ritmo que nos desapasionamos de él, por eso nos decepciona Federer en cuanto pierde tres partidos. Pero a ese tipo, aunque cobre mucho más de lo éticamente aceptable, le debemos parte del aire fresco de nuestro mundo. Un aire fresco que a muchos les sonará a aburrimiento.

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